El juez (2015): Dieta blanda evita indigestiones

Michel Racine (Fabrice Luchini) es presidente de un tribunal de lo penal. Un tipo extraño, de esos que parecen estar siempre fuera de su zona de confort, respetado y temido por quienes comparten corte con él. Le toca presidir el juicio sobre el asesinato de un bebé de siete meses cuando, entre el jurado popular designado, ve aparecer a la anestesista que le salvó la vida años atrás y de la que se enamoró perdidamente, Ditte Lorensen-Coteret (Sidse Babett Knudsen).

El Juez –que según él mismo debería ser “El presidente”– se presenta como un juego a tres bandas: la vida del peculiar Michel, su historia de amor con Ditte y el devenir del juicio. El foco de atención va cambiando entre los tres frentes, sin que ninguno llegue realmente a eclosionar del todo, dejando una extraña sensación de que siempre se está viendo una trama secundaria que en algún momento dará pie a la principal. Demasiado contenida, acaba por ser una comedia romántica predecible al uso, que solo honra el término «comedia» en un par de momentos en los que las geniales muecas de incomodidad torpemente disimulada de Luchini crean un oasis de carcajada, y un drama judicial sin tensión ni suspense.

Si bien la película no plantea ningún reto, tampoco plantea ninguna dificultad. La representación naturalista de unos personajes acomodados y el tono blandito y distendido en el que ni siquiera los gestos de tensión y angustia de los involucrados en el juicio provocan conflicto, unidos al más que predecible final feliz, hacen que todo fluya con comodidad. Como el arroz en blanco: alimenta, pero poco más.