Alacranes (Antonio L. Bernal, 2023) – 26 min. –
Guión: Antonio L. Bernal
De origen desconocido, algunos autores lo enmarcan en una antigua fábula persa (donde uno de los personajes aparece en forma de tortuga) e incluso otros lo asignan en las famosas fábulas de Esopo. Hablamos de la mundialmente conocida fábula del escorpión y la rana.
En ella se pone a juego el sentido común, el bien mutuo, en contra a la naturaleza intrínseca. De cómo no podemos evitar ser lo que somos ni actuar en contra de lo que nos hace ser como especie. Con un final desolador donde tanto el buen samaritano como el que le pidió cruzar el río acabaron en el fondo del mismo, no sin antes dar una confesión de honestidad que convirtió aquel instante en su última enseñanza. Una inquietante fábula que nos hace preguntarnos si somos el producto de un entorno, si somos discípulos de unas costumbres o cautivos de las circunstancias.
Y otra de las grandes preguntas: ¿una persona cambia o sólo se queda esa transformación en la superficie (quedando su esencia intacta)? Es la eterna encrucijada en la que debemos decantarnos si el ser humano puede cambiar o no. Un camino que transitan héroes y anti héroes que rechazan su naturaleza para realizar algo más allá de para lo que fueron concebidos.
El cortometraje Alacranes nos habla de ello, plantea esta pregunta y nos lleva irremediablemente a esta fábula convertida en un espejo que nunca queremos ver. La historia arranca en un barrio de una gran ciudad donde algunos sobreviven con el menudeo, todo se tuerce cuando una partida estaba adulterada, el cliente no paga y Cristian, el camello, no puede pagar al que le suministra. Santi, el jefe de una banda de narcotraficantes que sabe que si no devuelve el dinero perderá su poder de coacción en la barriada… perderá el respeto, y su cabeza será el próximo objetivo. Para obligar al camello a cumplir secuestra a su hermano menor Mikel, un chaval cuyo único pecado es no haber salido de la vida del barrio. Un plan sencillo que se convertirá en un callejón que parece no tener salida.
Expuesta la premisa del cortometraje, no penséis que os he contado demasiado. Lo que en un principio podría ser una situación traumática se convierte en una aceptación por ambas partes de que están haciendo lo “correcto” y que en otras circunstancias (o en estas mismas) podrían ser grandes amigos. Una particular relación paterno filial que tanto el “preso” (Mikel, interpretado por David García) como el “carcelero” (Rober, interpretado por Andrés Bernal) muestran magistralmente en sus papeles. Nos hacen sentirlos cercanos y sobre todo honestos en sus comportamientos, todos se dejan llevar por sus instintos naturales, al fin y al cabo ellos intentan sobrevivir en un lugar donde la esperanza se enfrenta al filo de una navaja y el silencio lo marca la boca de una pistola.
Alacranes a pesar de ser cortometraje tiene aspiraciones a haberse expandido en un metraje más largo. Con reminiscencias a esas Malas calles de Martin Scorsese, el realizador Antonio L. Bernal escribe y dirige un interesante exponente de lo que se conoce como neo-quinqui. Que personalmente me dejó con ganas de haber visto más, y eso de por sí es todo un acierto.
Por cierto, no quisiera pasar por alto el maravilloso tema final, una versión acústica de “La bien pagá” (inmortal copla que popularizó Miguel de Molina) que se ha realizado con arreglos de Ak Dealer (seudónimo del actor Alexis Lepthien, que interpreta al sicario Urko en Alacranes). Tanto la elección de la canción, como su conversión en guitarra española, transforma una letra de reproche en una de pesar no resuelto.
En definitiva, Alacranes es un interesante cortometraje que bien merece una oportunidad y una excusa para seguir la trayectoria de este realizador que apuesta por un universo muy marcado.
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