Título original: Melancholia
País: Dinamarca
Primera proyección: Francia, 18 May. 2011 (Festival de Cannes)
Duración: 116 min.
Director: Lars von Trier
Guión: Lars von Trier
Melancolía es ese estado en el que yaces permanentemente cuando éste te elige como uno de sus compañeros eternos. La tristeza se apodera de ti y su egoísmo es tal que no se conforma con amargarte un momento, siendo su sed tan insaciable que necesita de tu total atención hasta que sus propios límites no escritos lo establezcan. Probablemente esas fronteras invisibles pero reales no encuentren un horizonte dentro de tu alma. Entonces te encontrarás sumido en la más absoluta depresión, que es lo que realmente quiere decir la melancolía con la única diferencia de la belleza que hay entre ambas palabras y, para un humilde servidor, entre la percepción que se puede tener de ambos conceptos. Aunque vengan a significar lo mismo yo encuentro una diferencia muy clara. “Depresión” suena demasiado trágico, amargo, funesto. Da la sensación de que para entrar en esa fase hayas tenido que vivir una serie de desgraciadas circunstancias que te empujen a un farragoso y pesado estado en el que vives sin poder controlar absolutamente nada.
La palabra “Melancolía” paradójicamente es una de las más bellas que conozco. Parece una descripción hecha a medida para aquellas personas que hagan lo que hagan siempre acaban citándose con prolongados momentos de tristeza que en el fondo parecen el cobijo de sus vidas. Por extraño que parezca, esos momentos de tristeza deben ser enormemente disfrutables, pues cuando los abandonas te invade la sensación de que te has traicionado a ti mismo. Te sientes culpable de ser feliz y de nuevo acudes a la melancolía como tu única salvación, pues al fin y al cabo ella jamás te abandonaría. Nunca te fallaría. Y esto es lo que expresa la fabulosa película del danés Lars Von Trier («Dogville«, 2003), quien escribe y dirige esta cinta cargada de magia, sensaciones y momentos completamente fascinantes. Es probablemente una de las mayores sorpresas respecto al cine de todo el año 2011.
Después de una increíble sucesión de primeras escenas de espectacular calibre artístico y poderío visual al pausado ritmo de Richard Wagner y su preludio al primer acto de “Tristán e Isolda”, el argumento nos hace descender desde el cielo hasta la limusina de los recién casados Justine (Kirsten Dunst) y Michael (Alexander Skarsgard), que se dirigen hacia una villa palaciega familiar en la que celebrarán su reciente enlace. Una vez allí se desarrollarán las habituales anécdotas de cualquier evento dentro del exquisito marco del guión tejido por Von Trier, para después hacer que nos adentremos en las más recónditas y profundas sensaciones de la tristeza vivida por la melancólica Justine. Durante el festejo, el cielo dibuja lo que parece una gran estrella rojiza. En realidad ésta es un planeta llamado Melancolía que se dirige hacia la Tierra con desconocidas previsiones. El cine se transforma entonces en una gran experiencia vivida por el espectador, que deberá dejarse llevar por los místicos lugares cargados de inquietante y apocalíptica atmósfera que se muestran en la cinta, enmarcados todos ellos por la impresionante fotografía del chileno Manuel Alberto Claro («Allegro«, 2005), evidentemente mejorada por la tecnología digital, de la que aquí se saca su mejor y mayor rendimiento.
La relación del nombre de ese planeta y su significado auténtico es el hecho sobre el que se sostendrá el peso de la trama. El metraje, dividido en dos partes (“Justine” y “Claire”), analiza en un primer término las apesadumbradas sensaciones que atrapan a su protagonista, interpretada por una buena Kirnsten Dunst (en primera instancia no terminaba de enamorarme pero repasando su trabajo en la obra he de reconocer que logra cumplir con la dificultad de su complejo papel aprobando con nota) y que obtiene el grato apoyo de Alexander Skarsgard. Después, lo más relacionado con la ciencia ficción, que es lo referente al acercamiento del planeta Melancolía hacia la Tierra, cobra más protagonismo sin descuidar ni un solo momento todo lo aportado hasta ese instante. En su vertiente dramática explora con éxito los terrenos más sinceros de la realidad representada, mientras que en lo referente a la ciencia ficción fascina dentro de su creíble propuesta de un planeta desconocido que se desplaza con el peligro de chocar contra la Tierra. La fusión de ambas cosas, amenizada con pizcas de humor que han sido incluidas con muchísima inteligencia, desemboca en una fluida relación argumental que da como fruto una excelente combinación de géneros completamente abierta a la experiencia personal y directa del espectador. Volviendo al reparto, decir que destacan además de los ya citados, Kiefer Sutherland («Dark City«, 1998) con su perfectamente dibujado personaje (bueno, en realidad todos están muy bien definidos), una espléndida Charlotte Gainsbourg («Anticristo«, 2009) que va mejorando por momentos y John Hurt («V de Vendetta«, 2006) en una simpática versión. Udo Kier («El fin de los días«, 1999) sale poquísimo, pero resulta muy grato verlo por ahí aprovechando al máximo sus chispeantes minutos.
Leí en los resúmenes de FilmAffinity una frase de Kim Newman (un crítico de cine de la revista “Empire«) decir que “a los no convertidos [a Lars Von Trier] no les convencerá”. Con gusto respondería a ese señor que yo, que en el momento de visionar esta obra jamás había visto antes ninguna otra del danés, lo que he hecho no ha sido salir de la sala sin convencerme, sino que además de haber salido plenamente satisfecho la he abandonado buscando en el cielo ese hipnótico planeta llamado Melancolía. Si pudiera ‘convertirme’ al cine de Von Trier con una sola película, lo haría con esta. Pero como soy una persona precavida, lo que haré será dejar las puertas abiertas (de par en par) a este realizador que sin duda ha creado algo de muchísima categoría e inusual originalidad. Una brillante e inspiradora abstracción capaz de sacarte de este mundo en el que vives. Ha conseguido una de esas extraordinarias hazañas en las que el cine atraviesa la pantalla y hace que uno pueda interactuar con el mismo, sintiéndose parte importante de lo que se expone. Como uno de esos maravillosos momentos en los que, temblando el suelo de la sala de cine y estando envuelto por un sonido realmente atronador, quedé totalmente atrapado por la gran capacidad de la película para hacerte disfrutar tanto que puedas expresar firmemente convencido la famosa frase de Victor Hugo: “La melancolía es la felicidad de estar triste”.
Nota del autor:
9,0 █████████ (Excelente)
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