País: Francia
Duración: 109 min.
Director:Georges Lautner
Guión: Jacques Audiard, Michel Audiard, Georges Lautner (Novela: Patrick Alexander)
Ya pueden cantar los detractores misa en latín que el resultado que esta película ha profesado en mí seguirá siendo inalterable. Es una obra que engancha, emociona y se sigue con admiración incluso a través de unos años que no parecen haberla tratado demasiado mal, a pesar del oscuro rincón en el que ha sido enterrada. No sólo conserva el espíritu de las mejores cintas de acción de los años setenta siendo una obra de la década siguiente, sino que ofrece dentro de toda esa magnífica atmósfera todo un despliegue de absorbente acción, emociones e incluso cierta tensión por saber qué le puede pasar al protagonista en la escena sucesiva, pues éste no deja de coquetear con su detención o la muerte en no pocas ocasiones. Los principios morales o más bien la dominante ausencia de éstos son quizá el compromiso más fuerte en el que el director Georges Lautner («Gángster a la fuerza«, 1963) mete a sus personajes, que deberán decidir si estar en el lado del bien, del mal, o en el de aquella persona que consideran su amigo, amante o simplemente, de confianza. La acción aquí no es gratuita, todo tiene su porqué y se desarrolla con un motivo lógico, nada me parece forzado y la historia se narra con fluidez a través de su ligero (más por lo cómodo que resulta verlo que por su duración) metraje.
Joss Beaumont (Jean-Paul Belmondo) es un agente especial del servicio secreto francés que se encuentra detenido en alguna parte de un pequeño país africano llamado Malagawi, acusado de intento de asesinato al presidente de esas tierras. Por motivos políticos, es recluido en un campo de prisioneros siendo condenado a trabajos forzosos a la espera de una decisión definitiva. Pero todo esto pretende ser pasajero, pues por su cabeza sólo pasa la idea de evasión para volar a Francia y, una vez allí, saldar las cuentas que correspondan con los responsables de su martirio. La cinta se envuelve entonces de una acción no continua pero sí bastante intensa cuando esta resulta protagonista, que nos lleva a descubrir cómo Beaumont pone en práctica todo lo aprendido durante su instrucción en los servicios secretos. Su audacia y sus infalibles métodos para camuflarse en público, sorprender al ajeno en cualquier lugar y momento, burlarse de quien pretenda o trabajar pareciendo estar en un equipo cuando se encuentra en una soledad casi absoluta son algunos de los aspectos que, con brillantez, han sabido reflejarse en el argumento.
Con las calles de París como protagonistas de este sólido thriller de acción, las interpretaciones juegan un papel fundamental en la credibilidad de esta historia. Jean-Paul Belmondo («Al final de la escapada«, 1960) borda un papel extraordinario, con un trabajo que sinceramente me ha cautivado. Ha creado un personaje tan contundente, profesional y lleno de frialdad como a su vez buena persona, amante a dos bandas y comprometido con sus propias ideas. Su más inmediato perseguidor en esta película es el comisario Rosen, encarnado por un buen Robert Hossein («Los unos y los otros«, 1981) que sin apenas mover un músculo de la cara convence con la personalidad que adquiere su personaje. El resto, en todo su conjunto, borda unas interpretaciones buenas que secundan con calidad el trabajo de los principales protagonistas. Algunos de ellos son Elisabeth Margoni, Jean-Louis Richard, Michael Beaune o la breve Cyrielle Clair. El inspector Farges, cuyo papel interpreta Bernard-Pierre Donnadieu, lleva la carga de las pizcas de humor que se introduce en el argumento, dando un grato resultado. Como contrapartida a todos los elogios ofrecidos a esta película, reprochar algunas de las peleas que se llevan a cabo durante algunas de las escenas, pues éstas son de las típicas en las que los puñetazos pasan a tres metros y los golpes delatan que su sonido se ha aumentado exageradamente. Aún así, es un aspecto que apenas ha hecho que me inmute y que generalmente no suele importarme, ya que lo relaciono con las técnicas que en esa época solía utilizarse en estas cuestiones.
Hablar de la música de esta obra es hablar de Ennio Morricone («La desconocida«, 2006) y su maravilloso, mágico y trascendente “Chi mai”, cuyo sonido traspasa las barreras del cine hasta convertirse en una de las mejores composiciones creadas jamás para este. Su bella melodía recorre las entrañas de esta película engrandeciendo el conjunto, y la partitura de su tema central es tan poderosa que el director Georges Lautner cae incluso en el error de reproducirla demasiadas veces durante los primeros compases del metraje. Pasados los minutos, aprende que lo mucho cansa y el tema se dosifica apareciendo sólo cuando es indispensable. Una preciosidad de tema cuyo autor, Morricone, es sin duda uno de los padres de la buena relación entre música y escenas que existe en el cine. Aunque la fuerza de la banda sonora es muy poderosa, creo con humildad que la película tiene la calidad suficiente para saber sorprender sin necesidad de apoyos externos a su historia, es decir, que por muy buena que sea la música de Ennio Morricone, pienso que la obra, individualmente, resulta igual de magnífica.
Nota del autor:
8,0 ████████ (Muy buena)
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