Título original: The Hospital
País: EEUU
Primera proyección: EEUU, 14. Dic. 1971
Duración: 103 min.
Director: Arthur Hiller
Guión: Paddy Chayefsky
Una forma distinta de acercar al espectador a las entrañas del funcionamiento cotidiano de un hospital neoyorquino de los años 70. Haciendo gala de su categoría de comedia, el argumento de la película mantiene como hilo conductor una serie de muertes completamente absurdas e inexplicables que acabarán convirtiéndose en una plaga en el hospital. Casi todas ellas son producidas por paro cardíaco y lo más curioso es que las víctimas son miembros activos del equipo médico del hospital. El prestigioso doctor y director del centro, Herbert Block (George C. Scott) indaga con indiferencia sobre el caso, pero la depresión que vive por motivos familiares (abandonado por su mujer, ignorado por sus hijos) le obliga a olvidarse prácticamente por completo de tan peculiares fallecimientos entre su plantilla, mientras se refugia en el alcohol y otra clase de drogas que sólo dejará de consumir al conocer a la preciosa hija de un paciente, de la que terminará prendado y que servirá para alejarle, aún más si cabe, de sus preocupaciones laborales en el centro hospitalario.
Es precisamente la historia romántica lo que más tedioso, absurdo y prescindible me parece de la cinta, pues por mucho que esta película sea una comedia, no es digerible el hecho de ver como dos personas que acaban de conocerse hacen nacer un amor casi apasionado que surge en su primer encuentro en el hospital. La película apunta muy buenas maneras en sus minutos iniciales, pues muestra el hospital desde diversos flancos que van más allá de los protagonizados por el Dr. Block, tales como las situaciones vividas por las enfermeras y supervisoras, o cómo los máximos directivos del hospital intentan salir airosos de la crisis institucional que atraviesan, provocada por un grupo manifestante que ha asediado unos edificios comprados por la administración del sanatorio, etc. Pero es una pena que el resto de la cinta no siga navegando sobre las aguas de intentar ofrecer al que visiona esta película otra manera de ver el hígado de un hospital, que es lo que en sus primeros minutos consigue transmitir, mostrándonos muchas de las miserias de un centro hospitalario: pacientes que se confunden, medicinas equivocadas aplicadas a quien no se debe, mala praxis practicada por cientos de doctores a diario, etc. Todo un «Theme Hospital» (videojuego de 1997, en tono de comedia, sobre la simulación de gestión hospitalaria) llevado al cine.
Ausencia casi total de música, gran ambientación, buen guión y buenas interpretaciones de George C. Scott («Fuga sin fin«, 1971) y su amiguita Diana Rigg en el papel de su fugaz amor Barbara; ambos, protagonistas de las escenas más prescindibles del filme. Algo que me pesa muchísimo decir por la admiración que profeso hacia el bueno de Scott, quien gracias a Dios no ha sido del todo desaprovechado por el director de esta obra, Arthur Hiller, pues no solo limitó al citado a la historia romántica si no que también le hizo protagonizar con acierto diversas escenas en las que el actor norteamericano sacó a relucir -un año después de su éxito encarnando a Patton– sus grandes dotes interpretativas, cargadas de fuerza e impulsadas por su imponente tono de voz.
Nota del autor:
6,0 ██████ (Correcta)
Deja una respuesta