Kung Fury (2015): la broma que dura demasiado.

Hay argumentos que solamente pueden haber salido de una noche de borrachera: Kung Fury, un duro policía experto en artes marciales, persigue a Hitler a través del tiempo, viajando a épocas en la que se mezclan vikingos con dinosaurios o los robots campan a sus anchas. Si aclaramos que se trata de una comedia que rinde homenaje al cine de los ochenta, todo cobra un poquito más de sentido (aunque no mucho).
Kung Fury tiene unos cinco primeros minutos brillantes que hacen que sueltes varias carcajadas, en los que te debates entre la incredulidad, el surrealismo y el humor absurdo. Hasta aquí todo bien. El problema radica en que un mediometraje que dura treinta y un minutos nunca debería hacerse largo de ver.

Por desgracia, esa media hora se sustenta en la repetición del mismo tipo de gag, eliminando por completo el efecto sorpresa que genera Kung Fury en un primer momento y transformando la risa en monotonía.

Tampoco es que sea una desgracia seguir siguiendo la historia que cuenta, pero algo que empieza tan arriba debe saber mantenerse ahí, ya que de otro modo pronto llega la sensación de “debería estar riéndome como antes y esto ya no tiene gracia”.El grueso de Kung Fury no resiste la comparación con sus cinco primeros minutos iniciales, que da gusto ver, y eso le hace perder la batalla consigo mismo. Pese a todo, es de valorar que de vez en cuando irrumpan en escena proyectos de este tipo.