Título original: The Gold Rush
País: Estados Unidos
Primera proyección: Alemania, 1925
Duración: 95 min.
Director: Charles Chaplin
Guión: Charles Chaplin
“[…] Constituye una obra clásica del cine […] Describe los horrores del hambre y el frío, retrata con precisión la soledad, extrae expresividad de la pantomima y establece que la felicidad se encuentra entre los caminos del amor y la solidaridad […] Gran interpretación de Chaplin […] Película magistral […]”
Largometraje nº 3 de Chaplin. El guión, escrito por Chaplin, se inspira en documentación gráfica de los buscadores de oro, de la fiebre del oro de Klondyke (1896-98), y en el libro sobre el desastre del grupo Donner (1846). Se rueda en escenarios naturales de California (L.A., San Fernando Valley, Sierra Nevada, Inverson Ranch) y Colorado y en los Chaplin Studios (Hollywood), durante 16 meses (entre enero-1924 y mayo-1925), con un presupuesto de 2 M dólares. Es nominado a 2 Oscar (sonido y música). Producido por Chaplin para la UA, se estrena el 26-VI-1925 (EEUU).
La acción tiene lugar en Alaska, en 1896. Charlot (Chaplin) llega a Alaska como buscador solitario de oro. A lo largo de su recorrido conoce a Georgia (Hale), al bandido Big Jim McKay (Swain) y a Black Larsen (Murray). Durante su estancia se ha de enfrentar a frío, hambre, soledad, tormentas de viento polar y enventuales ataques de osos.
El film es una comedia muda, que constituye una obra clásica del cine. El realizador con frecuencia dijo que deseaba ser recordado por este film, uno de los mejores de su filmografía. Describe los horrores del hambre y el frío, retrata con precisión la soledad, extrae expresividad de la pantomima y establece que la felicidad se encuentra en los caminos del amor y la solidaridad, no en los del dinero. Desarrolla una narración concisa, estilizada y sobria, en el marco de una magnífica economía de medios. Combina con maestría humor, ironía y sátira, con drama de gran calado. Extrae comicidad de las sorpresas, los contrastes, los traspiés, lo absurdo y lo grotesco, hasta el punto de convertir el film en un admirable compendio de chistes visuales. Tras la obra se ocultan largas horas de trabajo y esfuerzo, puestas al servicio del perfeccionismo que inspiró siempre a Chaplin. La obra se reestrena en 1942 con banda de música, efectos sonoros y la voz en off de un narrador, que evita los carteles originales. Es entonces cuando el film obtiene 2 nominaciones a los Oscar (sonido y música).
Son escenas memorables la tormenta de viento que impide a Charlot salir de la cabaña, la pelea de Larsen y Big Jim por una escopeta, la cabaña arrastrada por el viento hasta balancearse sobre el borde del precipicio, la invitación de unas muchachas para la cena de Nochevieja, el baile de los panecillos y tenedores y la comida de la bota cocida. El film es citado en «Banda aparte» (Godard, 1964) y «Repulsión» (Polanski, 1965).
La música, de Max Terr (versión 1942), subraya la comicidad de la acción y los lances dramáticos y románticos, con una partitura original rítmica, rápida y colorista. La fotografía, de Roland Totheroh y Jack Wilson, en B/N, trata de minimizar el estatismo y la posición frontal de la cámara, combinando posiciones diversas dentro y fuera del escenario principal. Añade simpáticos efectos visuales (visión alucinada de un pollo). Gran interpretación de Chaplin. Película magistral.
Nota del autor:
10 ██████████ (Obra maestra)
COMENTARIOS DEL EQUIPO LGE
Sandro Fiorito
«Charlie Chaplin fue, es y será eternamente el actor, director y todoterreno cinematográfico que más capaz es de transmitir al público la máxima crudeza de las situaciones dramáticas que representa, desde una perspectiva cómica que hace que no sólo podamos digerir sus mensajes con mayor tolerancia, sino que encima consigamos entretenernos y divertirnos. En el caso de «La quimera del oro» podremos llegar al desternille con un montón de escenas capaces de perdurar en la retina, pero también llegaremos, como ya pasó en «El chico», pasaría en «Luces de la ciudad», o cualquiera de las exquisitas obras del inimitable genio inglés, a tocar el drama con la punta de nuestros dedos, sufriendo porque un personaje tan ingenuo, inocente y encantador llegue a pasar tantos calvarios por culpa de unos prejuicios y un sistema que no son cosa de aquellos años en los que estas cintas se rodaban. Las denuncias de Chaplin -como su legado- son de factura eterna, trasladándose perfectamente hasta nuestro tiempo todo aquello que el mítico personaje de Charlot hacía llegar a la gente con sus imágenes. Y llegaron los Oscar. Y se rieron de lo necesario de su mensaje y la belleza de sus postales. Nominaron -sin llegar al premio- a «La quimera del oro» en 1942, en las categorías de sonido y música… a una película muda. Y es que a los miembros de la siempre polémica Academia le valieron más que la película añadiese efectos de audio diecisiete años después, que el hecho de que esos grandes momentos en los que se hablaba de hambre, desesperación, amor y amistad y soledad (algo que venía de presentarse en otros films suyos, y que se volvería a repetir en el futuro) consiguieran tener mayor fuerza que las palabras sobre estas situaciones que cualquier persona en cualquier punto del mundo pudiera pronunciar». 8.
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