Título original: Lonesome Jim
País: Estados Unidos
Primera proyección: EEUU, 22 Ene. 2005 (Sundance Film Festival)
Duración: 91 min
Director: Steve Buscemi
Guión: James C. Strouse
Música: Evan Lurie
“[…] Aunque en ciertos momentos puede pecar de excesiva liviandad y/o corrección, ha dado de lleno en el centro de la diana de la melancolía […] transpira verismo en cada uno de sus fotogramas […] portentoso paseo a través de la insignificancia […] sobresaliente interpretación de Casey: el mejor desgraciado sumido en la tristeza que he visto en el cine […]”
La carrera de Steve Buscemi («Trees Lounge (Una última copa)«, 1996) en el cine ya empieza a adquirir ciertas tonalidades faraónicas, pues no sólo es uno de los actores más reputados de Hollywood, ya como secundario o con primeros papeles que sabe sacar del paso extraordinariamente, sino también como director, productor, guionista, compositor de bandas sonoras, etc. En este caso veremos, y no por primera vez (lleva ya su tiempo detrás de muchos proyectos cinematográficos y de series para la televisión) su faceta como realizador.
Y tengo que reconocer que aunque haya creado un filme que en ciertos momentos puede pecar de excesiva liviandad y/o corrección (por lo menos para lo que uno se puede esperar de alguien que actor suele dar vida en muchas ocasiones a personajes que más que peculiares, parecen desquiciados. Véase: «Fargo«, 1996), ha dado de lleno en el centro de la diana de la melancolía. De esa tristeza que cuando llama a la puerta es para quedarse -o al menos, intentarlo- eternamente. Pocas veces en el cine he encontrado un retrato tan fiel, acertado y tan bien representado sobre la tristeza más profunda que el que aquí nos ocupa. Además, se podría decir que el encargado de dar vida a estas cuestiones, el actor Casey Affleck, nació para realizar este papel.
Para poder llegar a las entrañas de la melancolía, Buscemi ha apostado por una historia que transpira verismo en cada uno de sus fotogramas, desde una película tan seca, fría y cruda como el propio sentimiento que ese desánimo crónico produce sobre las personas. Aquí, Jim (Casey Affleck) encarna a un joven solitario que regresa -después de un período de dos años en Nueva York- al hogar familiar situado en Indiana, junto a sus padres y su hermano (este último también sumido en la infelicidad permanente). Jim no puede asegurar por qué se fue de allí, pero tampoco puede confirmar la razón de su regreso. Busca algo, pero no sabe qué es. Quizá sea su lugar en este mundo, una pregunta que se formula constantemente. La vida del pueblo al que vuelve es tan tranquila como la del mismo protagonista. Jim no trabaja, se levanta tarde y sorprendentemente, desprecia el cariño familiar: las únicas personas que parecen preocuparse de él en este mundo (al menos su madre lo parece) no merecen para Jim, la dedicación y el amor que debiera corresponderles. Pero esta opción no es algo que nuestro protagonista pueda escoger libremente. Es lo que el demonio de la melancolía le impone, obligando a que sus actos confundan a la gente, pareciendo que su desinterés por la vida y por las personas sea propio de un carácter prepotente, cuando en realidad todo tiene su explicación en esa tristeza infinita que… no tiene explicación.
Y es que ya le pueden ir las cosas perfectamente que su rostro seguirá impregnando la atmósfera con su angustia. Conocer a una joven madre soltera (Liv Tyler) podrá, al menos, brindalre la oportunidad de poder pensar en si su vida tiene algún sentido en este planeta. La relación con su apesadumbrado hermano, que dirige un horroroso equipo de baloncesto femenino infantil que jamás gana un partido y lo único que hace es dar espectáculos para olvidar, será otro de los aspectos estudiados en esta intensa película que durante toda su duración se procura cierta ligereza y por desgracia no encuentre el punto de una contundencia que deje K.O. al espectador. Es un lunar apenas visible en este portentoso paseo a través de la insignificancia, que no hace de menos a la comedia, dando paso a la misma de manera espontánea en algunos momentos que invitan a la sonrisa, haciendo un poquito más ameno y simpático el recorrido de la desesperanza.
Este es sin duda uno de los mejores papeles que haya podido hacer hasta la fecha del estreno de esta película, Casey Affleck («El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford«, 2007). Este actor, el eterno “hermano de” y el “cara de niño” dibuja la tristeza matemáticamente desde su rostro y la inamovilidad de su personaje, que al no encontrar una razón lógica para animar su vida, prefiere tambalearse por la casa familiar, cual parásito, sin hacer nada productivo porque él mismo se considera un inútil. Si anteriormente he dicho que este es el mejor retrato sobre la melancolía del que he sido testigo, lo es además de por el acierto de su director en el desarrollo de la trama, por la sobresaliente -y esto lo digo sin ánimo de exagerar- interpretación de Casey: el mejor desgraciado sumido en la tristeza que he visto en el cine. Liv Tyler («Divina pero peligrosa«, 2001) no es moco de pavo en el plantel, pues su presencia no se debe a la obligada aparición de una chica en la vida del protagonista de cualquier película. Ella parece comprender qué es Jim, qué es su agobiante melancolía y a lo que se puede enfrentar si intenta lo más mínimo con él. Pude ser el antídoto, pero también la perdición. Tyler es el nexo de unión entre el personaje principal de la película y la comprensión de éste por parte del espectador. El resto del reparto cumple con creces el trámite de sus papeles y por ello, la película rezuma realismo.
El compositor estadounidense de Minneapolis, Evan Lurie, es el encargado de realizar una banda sonora que si bien es bastante acertada, un servidor llega a esta conclusión por lo imperceptible de sus compases durante el metraje. Y es que las partituras del que ya ha trabajado en más ocasiones con Buscemi y ha sido un habitual de Roberto Benigni, o son escasos, o no llaman la atención por que no buscan protagonismo en la trama, o sencillamente comprenden que la música de la melancolía es una partitura en blanco.
Nota del autor:
8,0 ████████ (Muy buena)
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