Título original: Phone Booth (Phonebooth)
Título alternativo: Enlace mortal
(Argentina / Colombia / Mexico / Peru)
País: Estados Unidos
Primera proyección:
 Canadá, 10 Sep. 2002 (Toronto International Film Festival)
Duración: 
82 min.
Director:
 Joel Schumacher

Guión: Larry Cohen

Siempre he defendido que no importa la cantidad económica invertida, los efectos especiales, la localización elegida y el actor indicado para realizar una buena película, sino cómo puede desarrollarse la misma, de qué manera puede adaptarse un buen guión y de qué modo se saca provecho a un actor. En la inmensa mayoría de las ocasiones, cualquier director o guionista necesita nutrirse de cientos de metros cuadrados y distintas cámaras para mostrar una simple escena. En esta película bastan las reducidas dimensiones de una cabina telefónica y el determinado espacio de calle que rodea a la susodicha allá en el lugar donde está instalada, para ejecutar un guión que si bien no llega a la excelencia ofrece la tensión necesaria para que podamos mantenernos despiertos ante los acontecimientos que se van produciendo durante toda la historia. Y más que eso, porque a mí por lo menos me ha resultado profundamente entretenido. Es por ello que pienso que se ha sabido guiar correctamente el argumento, exprimiendo todas las palabras del mismo de tal forma que las escenas de la cinta fluyen con sutileza y rapidez durante la ya de por sí escasa duración del conjunto, pasándose la película en apenas un suspiro.

Joel Schumacher (“Tigerland”, 2000) dirige con acierto esta cinta cuyo guión está escrito por Larry Cohen (“El padrino de Harlem”, 1975) y protagonizado por un actor que no suele levantarme pasiones: Colin Farrell («Cuestión de honor«, 2006). Aquí, afortunadamente, no sólo hace desarrollar con mucha corrección su papel sino que consigue que el rol encaje perfectamente con el estereotipo de personaje que se pretende ofrecer. Por ello, parece resultar el idóneo para encarnar a un vanidoso, soberbio, inmoral, aprovechado e infiel agente de publicidad llamado Stu Shepard. Tras finalizar una de sus “agotadoras” jornadas laborales, después de haber podido fardar lo suficiente para elevar su propio ego ante el ayudante/discípulo que le acompaña a todas partes, Stu entra en una cabina con la intención de hacer una llamada y seguir adelante con su virtual estilo de vida. Después, recibe una llamada desde ese mismo teléfono advirtiéndole de que si cuelga, morirá. Nada podría hacerle imaginar que estaba incluido en la demente lista de objetivos de un francotirador que parece guiar sus acciones por excusas que representan el bien. Paradójico, sí, pero cuanto menos, curioso. Un misterioso criminal de rostro desconocido y que acaricia el gatillo de un rifle, que da lecciones sobre la vida a gente que a su juicio, está comportándose de manera errónea.

Y aquí acierta ese francotirador en la elección de su objetivo, pues Stu representa un estereotipo de persona que desgraciadamente existe, que vive sobre una nube y que alimenta su triste vitalidad a base de engaños, fanfarronadas, materialismo y manipulaciones. No son pocas las películas en las que un enigmático personaje se cruza en la vida de alguien para redirigir sus acciones, pero en esta se ofrece la originalidad del modo en el que se plantea. Además y como anteriormente mencioné, existe un nivel de tensión en el que nunca puedes predecir lo que sucederá y tanto la vida del protagonista como la de aquellos que le rodean, se encuentra en peligro. La calle va ganando en atmósfera, curiosos y situaciones, y la llegada de Forest Whitaker como el amable capitán de policía Ed Ramey no hace sino mejorar el contenido. Muy grata interpretación del actor de películas como “Ghost Dog: el camino del samurai” (1999) o “American Gun” (2005). El ambiente de revuelo que hay en la calle se funde con la confusión de la policía respecto a lo que está pasando, mientras el protagonista ve latir su corazón más rápido a medida que pasan los minutos, amenazado por el objetivo del francotirador, pero también de su propia conciencia.

Acertada banda sonora de Harry Gregson-Williams (“The Town”, 2010), cuyos elegantes y místicos compases se confirman como excelente acompañantes de las situaciones a las que van ligados. Con todo lo citado, un agradecido entretenimiento de calidad y buen guión, sostenido todo ello por una acertada dirección que no se pierde en cosas innecesarias y una buena interpretación de Farrell.

Nota del autor:
7,0
 ███████ (Buena)

Written by Sandro Fiorito

Cofundador de LGEcine

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