Nadie quiere la noche (2015): supervivencia y encuentro con uno mismo en el frío polar

En esta ocasión, la catalana Isabel Coixet nos muestra una historia basada en hechos reales, la de Josephine Peary (Juliette Binoche), cuyo deseo es reunirse con su marido, que partió en una expedición para conquistar al Polo Norte meses antes y del cuál no sabe nada. Varios hogareños de la zona le ayudan en su hazaña, aún habiéndole advertido de los peligros que corre en dicho viaje, estando muy presente el próximo invierno polar, y con él, su noche de 6 meses. En dicha travesía, Josephine entabla una curiosa amistad con la esquimal Alaka (Rinko Kikuchi), con la que se cuestionará qué es lo que realmente importa en la vida y el verdadero significado de la supervivencia. Dicho film fue el encargado de cerrar el Seminci 2015, otorgando además una espiga de honor a su protagonista, Juliette Binoche.

El planteamiento de este film es muy interesante pero no está tratado con acierto, desembocando en un film llano, carente de emociones que traspasen la pantalla y el espectador las haga suyas. Las dos protagonistas, tanto Binoche como Kikuchi, emplean una dialéctica entre ellas un tanto repetitiva, hablando de lo mismo una y otra vez, preguntándote si has tenido un “deja vú” o es que realmente la película no sale del mismo bucle una y otra vez. Aún y así, la cinta se sostiene con acertada dignidad gracias a la interpretación de Binoche, que ha sabido encontrar los matices necesarios y las emociones que su personaje necesita para salir bastante airosa, sobretodo en los primeros planos de cámara, dónde su odio, pesadez, cansancio y frío pueden notarse sólo con mirarla a los ojos.

La sensación de claustrofobia y de hastío con la que podía haber jugado Coixet en esta película es asombrosa y nos tenemos que conformar con una historia a medio gas.
No obstante, debemos hacer hincapié en la sobresaliente fotografía a cargo de Jean-Claude Larrieu, cuyo trabajo también podemos ver en anteriores obras de la misma directora como “Mi otro yo” o “Mapa de los sonidos de Tokio”, que nos trasporta al gran desierto helado blanco, que representa el paisaje polar, fotografiando con excelencia aludes de nieve, osos polares y óptimos contrastes entre dicho escenario blanco y los ropajes rojos de la protagonista deslizándose en su trineo. Ese halo de frío acérrimo que se respira en dichas imágenes acompañará al espectador durante todo el metraje.

Podemos extraer valores importantes de superación y lucha por la supervivencia al visionar esta película, pero nos quedamos a medio camino en cuánto a la evolución de la amistad de las dos mujeres, que podría haberse potenciado mucho más para que el resultado fuera brillante.

En definitiva, no es una mala película pero peca de no tener un ritmo fluido, ni en la evolución de sus personajes como en sus diálogos, además de no terminar de contar la historia de manera que fluya ante el espectador. 

Distribuida en España por FILMAX
Vista en Cinesa Park del Vallès el 29 de noviembre, Barcelona.