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Título original: WALL•E
País: EEUU
Duración: 98 min.
Director:
Andrew Stanton

Guión: Andrew Stanton
Música: Thomas Newman

“No esperaba sorprenderme tantísimo con una película de estas características […] Sus minutos pasaban y pasaban y la cosa no hacía más que mejorar. Una gran forma de contar historias […] Una bella y tierna película, altamente recomendada para todos. […]”

Nos encontramos nada menos que en el año 2700. El planeta Tierra está completamente devastado, ausente de naturaleza y vida humana. Entre los restos de tan desolador panorama, destaca WALL•E (la abreviatura de Waste Allocation Load Lifter Earth-Class) , un pequeño, simpático y funcional robot que desde su encantadora soledad continúa haciendo el trabajo para el que fue diseñado: compactar la basura del planeta. Mientras desarrolla su tarea, encuentra objetos obsoletos que recolecta y clasifica meticulosamente en su hogar, seguido en todo momento de una mascota muy peculiar: una cucaracha.

Lo que no espera el inocente robot es que su vida vaya a cambiar para siempre gracias a una nave gigantesca que mantiene en el espacio exterior desde hace centenares de años a la población humana, con todo lujo de atenciones y comodidades; algo reflejado en el físico obeso de todos ellos y que claramente se convierte en un mensaje de crítica y advertencia sobre los malos hábitos que llevan a muchas personas a mantener una vida sedentaria y poco saludable, que desemboca en el problema del sobrepeso excesivo. La nave en cuestión, que cuenta con el servicio de multitud de robots para el gozo de la muchedumbre, envía a la Tierra a una autómata llamada Eve -mejor equipada, armada y con más inteligencia que WALL•E- para realizar una misión de reconocimiento.

Su exploración es interrumpida por el encantador Wall-E, que se enamora perdidamente de ella y que tratará de hacer lo imposible por conquistar su programado corazón.

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No esperaba sorprenderme tantísimo con una película de estas características, en la que el ordenador lo es todo, dotando ya no solo de unos gráficos maravillosos a la cinta, sino consiguiendo crear unos personajes encarnados por un puñado de píxeles que son capaces de transmitir sus sentimientos desde la gesticulación. Algo muy meritorio teniendo en cuenta que no nos encontramos ante unos actores de carne y hueso, sino ante una obra de gran envergadura creada maravillosamente por los estudios Pixar y dirigida por Andrew Stanton («Buscando a Nemo«, 2003). Desde el primer minuto sabía que esta película iba a encantarme y desde luego ya tenía pensada la puntuación que concederle. Sus minutos pasaban y pasaban y la cosa no hacía más que mejorar. Una gran forma de contar historias, aptas por supuesto para los más pequeños pero también, para los más mayores. Una bella y tierna película, altamente recomendada para todos.

Como datos curiosos, los que he encontrado en el suplemento La Revista del noticiario ecuatoriano (fíjense hasta donde me voy) El Universo. En un artículo firmado por Fabián Waintal se habla de algunas bromas secretas escondidas entre los pixelados fotogramas de la película y otros detalles curiosos. Por ejemplo, las tarjetas de identificación que se ven en la pared frontal del camión de WALL•E tienen la foto de los verdaderos miembros del departamento de arte de la película. Después de «Toy Story» (1995), creación también del equipo Pixar, el camión de Pizza Planet ha aparecido en casi todas sus películas: también en esta. Las imágenes espaciales están inspiradas en pinturas realizadas por la NASA. La voz del robot limpiador M-O es la grabación de la máquina de afeitar de Ben Burtt, quien pone la voz de WALL•E (lo poco que dice) y que es el creador de otros robots como R2-D2Arturito de la saga «Star Wars» y «E.T el extraterreste» (1982). Los pasos de la cucaracha amiga de WALL•E distan mucho de la realidad del sonido producido por ese insecto: el sonido fue creado con las esposas prestadas por un policía.

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Y aparte de todo esto y ya fuera de las líneas del colega ecuatoriano, destacar su agradable banda sonora, acompañada por las presencias estelares de “La vie en rose” de Louis Armstrong o, más breve aún, Don’t worry be happy de Bobby McFerrin. El Also Sprach Zarathustra de Richard Strauss, tema más reconocido de «2001: Una odisea en el espacio» (1968), también hace su peculiar aparición a modo de homenaje en esta oscarizada y entretenidísima cinta que cautiva a pesar de lo escaso de su guión (sólo hay diálogo lógico cuando es completamente necesario) y de la que es una pena que se haga tan corta debido a sus sólo 98 minutos de duración.

Nota del autor:
9,0 █████████ (Excelente)

 

Written by Sandro Fiorito

Cofundador de LGEcine

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