Parthenope (Paolo Sorrentino, 2024) – 136 min

Parthenope es el largo e íntimo viaje de una mujer, desde su nacimiento en 1950 hasta hoy. Una historia sin heroísmos, pero llena de libertad, de miradas que aman y silencios que pesan. El recuerdo de un verano perfecto en Capri, de la juventud antes del desencanto. Y al fondo, siempre, Nápoles: bella, cruda, inexplicable. Una ciudad que seduce y hiere a partes iguales.

El cine de Paolo Sorrentino siempre ha sido un espacio especial para mí. Hay pocos directores que trabajen con la belleza como él: no como ornamento, sino como vehículo de emoción. La gran belleza, La juventud, incluso Fue la mano de Dios (más íntima y contenida) tienen ese pulso de autor que combina lo visual, lo espiritual y lo grotesco con una naturalidad desarmante. Por eso, cuando me senté a ver Parthenope, tenía la intuición de que estaba a punto de entrar en otro de esos universos suspendidos entre lo real y lo onírico. Y así fue…al principio.

Los primeros 45 minutos de Parthenope son simplemente deslumbrantes. Hay una frescura visual que te arrastra, una ligereza poética que recuerda al mejor Sorrentino. La cámara se desliza por los cuerpos, por el mar, por la juventud con una delicadeza que roza lo hipnótico. La Nápoles que nos presenta es menos decadente y más luminosa que en otras obras suyas, pero igual de llena de alma. La aparición de Parthenope, con esa mirada entre melancólica y ausente, funciona como una especie de conjuro cinematográfico. Todo promete.

Pero a medida que avanza el metraje, la película parece perder el norte (o al menos, deja de querer compartirlo con nosotros). El relato se vuelve difuso, fragmentado, profundamente simbólico… pero sin anclaje emocional. El misterio inicial se va desgastando hasta convertirse en desconcierto total. Y lo que al principio era hipnótico, termina por parecer algo frío, incluso indiferente. Las escenas se suceden con belleza, sí, pero sin dirección clara. Da la sensación de que Sorrentino se fascina con sus propias imágenes y se olvida de invitarnos del todo al viaje.No es que el director nos deba explicaciones (su cine nunca ha sido lineal ni evidente), pero en Parthenope echo en falta ese pulso entre lo estético y lo humano que sí encontraba en sus películas anteriores. Aquí todo es símbolo, metáfora, ensayo visual. Y eso, si no va acompañado de una mínima conexión emocional, corre el riesgo de volverse repetitivo.

Aun así, me cuesta hablar mal de la película. Porque hay algo profundamente valiente en ella. Se nota que es un proyecto personal, que hay detrás una búsqueda honesta, incluso aunque el resultado sea desigual. Hay imágenes que se quedan grabadas (una fiesta, una figura que aparece en el agua, una conversación entre generaciones), momentos de pura intuición cinematográfica. Y aunque no termine de entenderlo todo, hay escenas que sí siento. Y eso ya es algo.

Quizás Parthenope no sea una película para comprender, sino para atravesar. Para entrar y salir con la sensación de haber visto algo único, aunque no sepamos del todo qué. Es una obra imperfecta, incluso frustrante por momentos, pero también libre, radicalmente libre. Y eso, viniendo de un director que ya lo ha demostrado todo, también tiene su valor.Yo, personalmente, me quedo con su primer acto: con esa promesa de verano eterno, con esa mirada adolescente a un mundo que todavía no ha empezado a doler. Ojalá toda la película hubiera mantenido esa claridad. Pero incluso cuando se pierde, Sorrentino sigue siendo capaz de recordarnos por qué el cine sigue siendo, a veces, un lugar donde refugiarse.

Vista en FILMIN con pase de prensa online

Nota del autor:

6,0 █████ (Correcta)

TRÁILER:

 

 

 

Written by Ignasi Serra

Actor de doblaje