Título original: Baaría
País: Italia
Primera proyección: Italia, 2 Sep. 2009 (Festival de Venecia)
Duración: 150 min.
Director: Giuseppe Tornatore
Guión: Giuseppe Tornatore
Música: Ennio Morricone
“Escenas que desde el drama, no emocionan, y desde la comedia, no divierten […] En su primera hora se convierte en larga hasta irse hasta el terreno de lo interminable […] El grueso del filme parece hueco, tópico y hasta aburrido […] Todo lo que aparenta ser un hecho épico acaba convirtiéndose en una soberana tontería que a nadie le importa […] No me cansaré de denunciar las muertes a sangre fría de animales en las películas, que sólo buscan cubrir los defectos de un guión que después de verse bloqueado, le cuesta horrores redirigirse […]”
Apelando a la épica, Giuseppe Tornatore intenta dibujar los sentimientos que él mismo vivió desde su palermitana Bagheria natal, en Sicilia, repasando así de manera intimista la infancia, adolescencia, madurez y posterior vejez de uno de los muchos habitantes que pudieron vivir en el municipio, haciendo todo esto a través de varias generaciones que recorren toda una serie de acontecimientos socio-políticos que van desde el nacimiento del fascismo en Italia hasta la llegada de las tropas americanas al país durante la Segunda Guerra Mundial y las consecuencias políticas que surgieron en la posguerra, hasta llegar a nuestros días.
El personaje elegido para guiar la trama escrita por el propio Tornatore es Peppino Terranova (Francesco Scianna), al que veremos nacer, crecer y vivir principalmente a través de su vida política, enganchada a un Partido Comunista italiano que busca en esta película una forma de glorificarse o quizá de recordar desde el siglo de producción de este filme, que antaño existió la izquierda en el país donde hoy sólo quedan las cenizas de la misma y la ausencia de alternativa es clamorosa. La película utiliza el tono nostálgico de «Cinema Paradiso» (1988) y la simpatía de «Malèna» (2000), evocando a la «Amarcord» (1973) de Fellini, pero no es capaz de alcanzar a ninguna de las tres obras citadas ni siquiera al nivel de la suela de unos zapatos que en esta cinta pisan sobre la amarillenta fotografía de Enrico Lucidi, que envuelve a un sinfín de escenas que, desde el drama, no emocionan, y desde la comedia, salvo el pequeño detalle del eterno comprador de dólares de la esquina, no divierten.
Una película que ya en su primera hora se convierte en larga para, según pasan los minutos, irse hasta el terreno de lo interminable, celebrando un servidor que se acerquen unos momentos finales que suponen un soplo de aire fresco sobre todo el conjunto y dejan ver todo lo que Tornatore ha sido incapaz de plasmar de sí mismo en los minutos anteriores de esta obra. Es una pena afirmar que el grueso de este filme parezca hueco, tópico, inverosímil y hasta aburrido. Casi todo el argumento parte, -con permiso de la historia romántica- desde el Partido Comunista, lo que hace de esta película un canto apologético a los ideales citados, pero para colmo haciéndolo todo desde el nivel en el que se presentan la mayoría de las situaciones de Baarìa: casi ningún trazo de este maltrecho lienzo se finaliza con arte. Todo lo que aparenta ser un hecho épico acaba convirtiéndose en una soberana tontería que a nadie le importa, y esto es, precisamente, lo que menos se puede esperar uno de una película de Giuseppe Tornatore, un director que hasta toca la idiotez en este filme en el que, para rodar una escena de no más de 50 segundos, degüella a una vaca para, mientras agoniza, llenar tazones con la sangre que después deben beberse los personajes. No me cansaré de denunciar las muertes a sangre fría de animales en las películas, que sólo buscan cubrir los defectos de un guión que después verse bloqueado, le cuesta horrores redirigirse.
Y para todo, un presupuesto de 25 millones de euros que se transforma en un filme inacabado a pesar de sus dos horas y media de duración, que se deja ver y que a veces gusta, pero que habla sin decir prácticamente nada a la par que aburre. El actor Francesco Scianna, que encarna al protagonista, consigue desarrollar un trabajo correcto que pasa a engrosar su hoy inmadura filmografía, logrando transmitir buenas sensaciones desde la gran pantalla. En el rol de Mannina se encuentra la también modelo Margareth Madè, cubriendo con acierto sus funciones. Pero como casi siempre pasa en las películas de Giuseppe Tornatore, son los niños los que realmente hacen un buen trabajo, protagonizando éstos las mejores escenas de la película, amenizada por los compases de un Ennio Morricone que, por raro que parezca y a pesar de lo liviano de un argumento que bien pudiera servirse de la compañía musical para aumentar su fuerza, pasa más desapercibido de lo que sus notas acostumbran, con unas composiciones más normales (lo más corriente de Morricone iguala lo mejor de muchos músicos) que sin embargo conservan el preciosismo habitual.
Nota del autor:
4,0 ████ (Mediocre)
Deja una respuesta