F1: The Movie (Joseph Kosinski, 2025) – 155 min
Hay películas que no tienen sentido mirar con el freno de mano puesto. Películas que no pretenden convencerte con argumentos racionales, ni con tramas enrevesadas, ni con diálogos brillantes. Lo que quieren es ponerte el corazón a 180 por hora. Que sudes un poco. Que te agarres al reposabrazos del cine como si fuera el volante de un monoplaza. Que salgas con los pelos de punta aunque no hayas entendido ni una sola norma de la FIA. F1 es exactamente eso. Y más.
La nueva película de Joseph Kosinski, el mismo director que ya nos hizo volar con Top Gun: Maverick, vuelve a demostrar que hay espectáculos que solo funcionan si se ruedan con oficio, ambición y muchísimo amor por la acción clásica. Y sí, lo digo sin pudor: esto es cine de los 90 con esteroides. Cine de palomitas bien hechas. Cine que se nota en el pecho. Que no se esconde ni pretende ser otra cosa. Cine que va de frente. Como un adelantamiento a fondo en Eau Rouge.
Brad Pitt interpreta a Sonny Hayes, un ex piloto legendario que vuelve a la Fórmula 1 después de años fuera del circuito para formar equipo con un joven talento. La premisa es sencilla, incluso tópica, pero funciona como un reloj suizo. El personaje de Pitt está lleno de cicatrices (algunas emocionales, otras físicas) y tiene ese punto de tipo que ya ha visto demasiadas cosas, pero que aún guarda una última carrera bajo la manga. El papel le va como anillo al dedo. Está carismático, elegante, irónico, y sobre todo, creíble. Brad Pitt tiene esa cosa inexplicable de las estrellas de verdad: puede estar diciendo una frase de manual y tú se la compras igual. Porque él la cree. Y tú le crees a él.
La película no se complica. Ni falta que hace. Te explica lo justo para que entiendas de qué va la cosa (quién entrena a quién, quién quiere ganar, quién tiene miedo de perder) y luego ya va directa a lo que importa: las carreras. Y ahí es donde F1 marca la diferencia. Porque lo que se ve en pantalla no es una recreación digital ni un pastiche de videojuego. No. Lo que se ve es real. Rodado en circuitos reales, con coches de verdad, con cámaras pegadas a los alerones, al casco, al suelo. Lo que ha hecho Kosinski es meterte dentro del coche. Literalmente. Y la experiencia es brutal.La acción es de una precisión quirúrgica. Las secuencias de carrera están montadas con un ritmo que no te deja respirar pero que no te marea. Todo está donde tiene que estar. Cada plano sirve. Cada giro cuenta. Hay momentos en los que sientes que estás dentro del cockpit. Que te van a chocar por detrás. Que tienes que frenar. Que si te distraes, te estrellas.
Y claro, con toda esta épica visual y sonora, uno podría pensar que la peli se olvida de lo humano. Pero no. La relación entre Sonny y el joven piloto (interpretado con solvencia por Damson Idris) es tierna sin ser cursi, competitiva sin ser tópica. Se entienden. Se desafían. Se respetan. Y eso se nota. También destaca Kerry Condon como ingeniera jefe: un personaje que, en otras manos, habría sido decorativo, pero que aquí tiene presencia, actitud y un papel clave en la historia. Pero un lujo sudado, con olor a gasolina y a goma quemada. Un lujo que se gana a pulso, no uno de alfombra roja.
En definitiva, F1 no será la película más profunda del año. Ni la más compleja. Pero es cine hecho con amor por el espectáculo, por la mecánica, por los héroes con arrugas y por esa cosa tan simple y tan difícil de conseguir que es emocionar a través del movimiento. Es un chute de energía. Una vuelta rápida al cine que se atreve a pisar el acelerador y no mirar atrás.
Y eso, amigo mío, no lo consigue cualquiera.
Distribuida en España por WARNER BROS
Nota del autor:
8,5 ███████ (Muy buena)
Película en CARTELERA desde el 27 de junio de 2025
TRÁILER: