Blue Moon (Richard Linklater, 2025) – 100 min

Blue Moon se posiciona como un ejercicio de cine al desnudo, toda la película transcurre en la misma noche y en un único escenario —un bar neoyorquino sirve de refugio agridulce de promesas rotas y sueños marchitos—, explorando la psicología de un artista que se siente pasado de moda. Esa decisión de plantear la acción como “una sola noche, un solo espacio” convierte la película casi en una obra teatral adaptada al cine, con su tensión contenida, su presión dramática y su pulso particular e íntimo.

Esta burbuja narrativa tiene virtudes evidentes: crea una intimidad intensa, consigue que cada gesto, cada silencio, cada palabra cuente. Pero al mismo tiempo asume riesgos: el ritmo depende casi exclusivamente del texto, del talento interpretativo y del pulso del director. Linklater asume ese reto, y el resultado es un film que, aunque discreto en su apariencia, se siente poderoso en sus intenciones.


El corazón de Blue Moon está en el protagonista, un hombre que sabe que su época dorada terminó, y que asiste —con resentimiento, melancolía y cierto autoengaño— al éxito de quien fuera su colaborador. Esa mezcla de nostalgia, derrota, rencor artístico y fragilidad emocional se deja ver en cada mirada, en cada vacilación, en cada bebida. El personaje es brillante y amargo, evocador y autodestructivo: un genio cuya genialidad le pesa más que cualquier aplauso.

Y aquí aparece Ethan Hawke que deja atrás cualquier glamour y se desplaza hacia lo incómodo, lo diminuto — física y emocionalmente. Su Hart no es un héroe, ni siquiera un antihéroe redimible, sino un hombre exhausto, resentido, lleno de inseguridades y talento caduco. Esa decisión de humanizar sin adornar me parece fundamental: Hart no busca nuestra compasión, sólo expone su dolor y su amargura.Ese Hart exige mucho del espectador: su ritmo vacila, su carácter no es simpático, sus inseguridades se ven desnudas. Pero Hawke logra que, por momentos, no puedas apartar la mirada: su vulnerabilidad resulta magnética. En un reparto coral, él se convierte —intencionalmente— en un imán centrado en la disfunción de la creatividad, el fracaso y la soledad. Esa intensidad da sentido al film: sin él, Blue Moon sería una premisa interesante, pero vacía. 

Margaret Qualley (Elisabeth) emerge con su sofisticada belleza aportando lo que Hart parece haber perdido: inocencia, deseo, vulnerabilidad mezclada con encanto. Su personaje funciona como contrapunto emocional: ni es salvadora, ni remedio, ni idealización romántica. Más bien, representa la posibilidad de redención —o al menos de consuelo— ante la ruina creativa. Esa frágil llama añade una nota de ternura, un respiro de humanidad en medio del hundimiento existencial de Hart. Me gusta que no se convierta en “la salvadora”: Elisabeth no corrige a Hart, no lo rescata, simplemente le ofrece presencia, deseo, una puerta entreabierta a la conexión. Lo cual hace su relación creíble, compleja, llena de tonalidades: atracción, compasión, duda y esperanza rota. Esa ambigüedad toca el corazón.
Andrew Scott y su Rodgers hace tangible lo que de otro modo sería abstracto: el paso del tiempo, la evolución inevitable, la traición no premeditada. Es un antagonista a ras de humanidad, no un villano: y en ese realismo radica su fuerza. Su presencia refuerza cuán doloroso puede ser verse superado por tu amigo, por tu socio — no por odio, sino por que el mundo cambió.

Ese retrato —de frustración, de angustia creativa, de soledad existencial— transmite una sensación de caída lenta, como un faro que ya no sirve para iluminar pero sigue encendido de pura inercia. Esa ambivalencia lo hace dolorosamente real. La película se empeña en dejar claro que la gloria no siempre trae consuelo, y que el talento no es una garantía de felicidad ni equilibrio.

El guion —en su planteamiento, en sus diálogos cargados de ironía, amargura y arrebatos poéticos— es uno de los grandes aciertos del film. Las conversaciones —entre amigos, amantes, fantasmas del pasado— se convierten en confesiones, en recriminaciones, en monólogos de un corazón escudado detrás de árboles que proyectan sombras en forma de humor y de flechas de melancolía. Hay páginas escritas al borde del llanto y del resentimiento, y la película sabe cómo entregarlas sin adornos innecesarios.
Ese tono, esa elocuencia madura, desencantada, permite que Blue Moon escape al cliché del biopic como homenaje romántico. Aquí no hay celebraciones: hay nostalgia, amargura, idealismo roto y deseos de redención que se saben imposibles. Y eso le da una fuerza dramática que rara vez se ve en filmes de esta naturaleza.

Blue Moon no es una película fácil, exige mucho al espectador. No busca la complacencia del espectador. No ofrece catarsis, ni soluciones. Te pide sin exigir que estés dispuesto a escuchar, a sufrir, a mirar con honestidad la decadencia del arte y del artista. Por eso creo que es un film valiente: porque opta por la tristeza, por el realismo emocional, por la crudeza íntima.

Eso sí: su estructura puede chocar con quienes buscan ritmo, acción o una narrativa convencional. Para muchos, será “una película en la que no pasa mucho”, algo pausada, introspectiva, casi filosófica. Pero entiendo que esa lentitud es su punto fuerte, si estás dispuesto a dejarte llevar.

Blue Moon es, en mi opinión, una de las cintas  más sinceras de este 2025. No pretende rendir homenaje con tambores, ni glorificar. Busca contemplar —con ternura, con tristeza— la vida de alguien cuyo brillo dejó de interesar, aunque siguiera intentando alumbrar su propio camino. Es un retrato honesto, doloroso, a veces cruel, pero también lleno de belleza en su melancolía.

Para quién crea en el cine como paisaje del alma, como espejo de la derrota y de las esperanzas rotas, Blue Moon ofrece una experiencia cinematográfica profunda; para quienes buscan entretenimiento fácil o un final feliz, quizá sea una pesadilla emocional. Pero vale la pena arriesgarse: porque pocas veces la nostalgia, el arte y la caída se han entrelazado con tanta honestidad.

Distribuida en España por SONY PICTURES 

Nota del autor:

8,0 ██████ (Muy buena)

Película en CARTELERA desde el 28 de noviembre de 2025

TRÁILER:

 

Written by Mario Ayala

Cineadicto