El fantasma de la Quinta (James A. Castillo, 2025) – 17 min. –
The Quinta’s Ghost (Título internacional)

Un 27 de febrero de 1819 un crepuscular Francisco de Goya de 73 años adquirió una finca a las afueras de Madrid, el nombre de aquel lugar parecía una cruel broma del destino: La Quinta del Sordo. Ya que su anterior propietario era sordo, y digo cruel porque el nuevo dueño había perdido la audición 26 años atrás por envenenamiento de plomo (muy común entre los pintores de aquella época) y por una vida dónde los excesos ensombrecían a los cuidados. Una sordera que poco a poco se fue incrementando hasta amargarle un carácter ya endurecido de por sí.

Fue un pequeño exilio que el pintor se autoimpuso, después de la Reforma Absolutista su figura como pintor de cámara del rey le asqueaba y sus amistades le señalaban como alguien no querido para la corte de Fernando VII, era mejor apartarse de la capital, buscar la tranquilad en aquella finca, y de paso vivir cerca de su amante que convirtió en ama de llaves.

Así, aislado de un mundo que le había dado la espalda, empezó a pintar sobre sus paredes (con óleo al secco sobre el yeso), entre pasillos y estancias unas figuras grotescas, lúgubres, incómodas a la vista, terroríficas, en algunos casos angustiosas, en otras carentes de voz, oscuras como el alma de quien las pintó: hoy las conocemos como las Pinturas negras.

El fantasma de la Quinta es un hermosísimo cortometraje que trata de desenterrar el misterio de las entrañas de aquellas pinturas, desde su génesis hasta su finalidad. Y todo desde un punto de vista que nunca había sido tomado, desde el testigo mudo (otra crueldad del destino) de la casa (que le da voz al alma de la finca la gran Maribel Verdú). Es ella, mejor dicho su voz, la que nos muestra la metamorfosis que sufre el interior del legendario pintor. Cómo poco a poco como si de un exorcismo se tratara en algunos momentos, en catarsis en otros, aquella oscuridad que inunda su alma se transmite en brochazos de pinceles y dedos en figuras que claman con un grito que sólo él puede oír.

Recuerdos atormentados, obras impías y una vida que se escapa entre penurias que martillean su cabeza como unas campanadas que no cesan.Y todo ello lo vive la casa – nunca había pensado que la sensual voz de Maribel Verdú pudiera tener estos matices – que nos narra como un cuento infantil cruel de lo que allí sucedió. Su voz es casi en un susurro, el hilo de Ariadna, que por sus pasillos nos dirige al dolor que le infringe a ella que tales pinturas adornen sus estancias, pasando de la adoración al nuevo propietario a casi una maldición. La casa está viva, y nosotros somos fantasmas sordo-mudos de aquello que allí aconteció.

El departamento de arte ha hecho auténtica magia. La animación es un portento que acompaña a la voz, como el pensamiento al dolor. Con un estilo que parece estar arrancado de las mismas Pinturas negras de Goya, que tomarán vida ante nuestros ojos; y cual trampantojo, saltarán de las pesadillas del pintor, abandonando la dimensión onírica y lo perseguirán sin piedad. Como si su existencia fuera la tortura en su creación. Unas imágenes que muchos evocaran a la opresora atmósfera de Silent Hill o a las criaturas de Beksiński, sin caer en la cuenta que sin Goya quizás esos mundos jamás hubieran existido. Una atmósfera que será el latido hacia la locura.

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto en un corto, me quito el sombrero ante James A. Castillo. Contemplar los pormenores del mismo es como perderse dentro de los detalles de los Caprichos y los Desastres de la guerra, un viaje fascinante. Además, nos muestra el proceso creativo – no sólo artístico – sino el físico, de cómo Goya usa huevos y otros elementos para montar el aglutinante proteico para que el oléo se quede en la pared. La variedad de enseres que adornan su cuarto y la iluminación que va menguando a medida que su «locura» hace acto de presencia. Como he dicho, el cortometraje se transmuta en una travesía fascinante a otra época, a otra mente.Cierto es que se permiten algunas licencias: como el dar a entender que el pintor pasaba en soledad en aquella finca (cuando no fue así) o una corneja negra con pico y patas amarillas – (cosa que como amante de los córvidos no dejo pasar) – ; pero son pequeños borrones que nuestra vista descartará al contemplar el conjunto.

Un cortometraje que invita a seguir en la casa y seguir descubriendo más. Un lugar lleno de misterios y de preguntas que parece que nunca tendrán respuesta: una ubicación de las mismas que aún se discute, un inventario (también desaparecido) que muestra que al Museo del Prado llegaron 14  pinturas de las 15 que había, unas obras que nadie sabe exactamente cómo Goya las presentaba a sus amistades o quizás quedaran en su más absoluta privacidad.Todo aquello sólo lo sabe la casa. En 1823, a tres años de su adquisición, Goya se exilió a Burdeos. Quedando sus pinturas y sus voces en una casa que nunca diría nada a nadie. En 1874 las pinturas fueron arrancadas de sus paredes y acabaron (después visitar París) en el Museo del Prado en 1881. En 1909 fue demolida por estar denunciada como ruinosa. La Quinta de Goya ya no existe pero su voz sigue escuchándose.


Vista con PASE DE PRENSA ONLINE en el Festival Internacional de Sitges 2025

Nota del autor:

9,0 ████████ (Excelente)

 

TRÁILER:

Written by Diego Karasu

Cofundador y Director Adjunto