Los domingos (Alauda Ruiz de Azúa, 2025) – 115 min. –

En cada edición de un gran festival siempre hay una película que se convierte en el secreto a voces, en esa obra que empieza a correr de boca en boca hasta que, de repente, todos coinciden en lo mismo: “es la mejor de la sección oficial”. En San Sebastián 2025, ese título le corresponde sin duda a Los domingos, el nuevo trabajo de Alauda Ruiz de Azúa. Una película que no solo confirma a la directora como una de las voces más prometedoras del cine español, sino que además abre un debate tan incómodo como necesario.
El punto de partida es, aparentemente, sencillo: una adolescente de 17 años, criada en una familia corriente de Bilbao, anuncia que quiere ser monja de clausura. Lo que podría parecer un argumento pequeño, casi anecdótico, se convierte en manos de Ruiz de Azúa en un auténtico torbellino emocional.
La cineasta plantea preguntas incómodas: ¿cómo puede alguien tan joven decidir un futuro tan radical? ¿Dónde acaba la fe y empieza la presión social o familiar? ¿Quién tiene derecho a decidir sobre la vida de una menor en tránsito hacia la adultez?
Con una puesta en escena sobria y elegante, Los domingos evita el melodrama fácil para apostar por una narración naturalista, cargada de humanidad. El guion, sólido y valiente, se apoya en diálogos de una verdad dolorosa, capaces de dejar al espectador sin aliento. Cada conversación en la mesa familiar, cada confesión íntima, abre nuevas grietas y muestra con crudeza cómo las decisiones individuales se enfrentan a las expectativas colectivas.
La película funciona también como espejo social: pone en juego cuestiones religiosas, éticas y generacionales que trascienden la anécdota. ¿Qué significa “madurar”? ¿Qué significa “elegir” a los 17 años? ¿Qué significa “creer” en un mundo donde la fe parece en vías de desaparición? Ruiz de Azúa no responde de manera tajante, pero construye un relato que invita al debate sin imponer una moral prefabricada.
En lo formal, la dirección de actores es impecable. La protagonista encarna con una mezcla de inocencia y firmeza ese conflicto interno que arrastra toda la película, y el resto del reparto —la familia dividida entre quienes apoyan y quienes rechazan su decisión— aporta capas de realismo y tensión dramática. La cámara, cercana pero nunca invasiva, capta silencios y gestos que duelen más que cualquier discurso.
Los domingos es una película dura, sí. También es profundamente triste en ocasiones. Pero es, sobre todo, una obra hermosa en su honestidad, luminosa en su retrato de la fragilidad humana, y valiente en su capacidad de abrir preguntas sin clausurarlas. No se puede pedir mucho más a una película en competición: emoción, reflexión y un pulso narrativo impecable.
Si en San Sebastián hay justicia, esta será la Concha de Oro.
Vista con PASE DE PRENSA en el Festival Internacional de San Sebastián 2025
Nota del autor:
8,5 ███████ (Muy buena)
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