Cobre (Nicolás Pereda, 2025) – 79 min. –
Copper (Título internacional)
Película costumbrista sobre los devaneos de un minero mejicano que vaga sin rumbo por una vida que dará un giro a peor cuando se encuentra un cadáver en la carretera.
Obra costumbrista mejicana, que para mi sorpresa tiene una subvención del Instituto de Cine de Canadá, dirigida por Nicolás Pereda. De corte contemplativo, algo lenta, mezclando sátira social y algo de comedia con mucha tristeza existencial, no por ello deja de ser una historia interesante. Siempre y cuando sepamos fluir con ella y no nos distraigamos por el ritmo muy sosegado y las escenas alargadas.
Tenemos un metraje muy corto ante nosotros (lo cual siempre es algo que agradezco), apenas 79 minutos. Siendo una película que no da para más, ya que el director no nos ofrece un hilo argumental con una historia al uso, sino un seguimiento de la triste vida de nuestro protagonista. La cual iremos observando desde nuestras butacas. Un conjunto de vivencias sobre las que se irán añadiendo anécdotas divertidas y jocosas que reflejan nuestra sociedad actual y no hacen más que arrancarnos una risilla a medida que se suceden.
Se hace dura de ver para nosotros, por el hecho de no tener una estructura estándar, sin el típico planteamiento, nudo y desenlace. Llegando a causar ansia por no saber que está ocurriendo en ningún momento ni adónde nos lleva el director. Teniendo de hecho un final que te deja con la boca abierta (y que me llega a recordar a la célebre partida de poker de Buñuel) por lo inesperado y raro. Un poco, “hasta aquí hemos llegado señores, no lo vamos a alargar más.”
Esto podría hacernos pensar en sacar nuestros móviles. Ahora bien, si aguantamos un poco e ignoramos este hecho podemos empezar a disfrutar de las minihistorias que nos ofrece el metraje. Una critica social mediante la sátira donde no se deja títere con cabeza.
Médicos sin humanidad que apenas te miran e insisten en el mínimo detalle (que no deberías haber aportado, pero lo hiciste de buena fe) para no tratarte con un poco de humanidad y descartarte para pasar al siguiente de la lista. Ya que hay que producir y no enfadar a la corporación que hay detrás. A pesar de las malas prácticas que se observan por su parte (como el chantaje a los proveedores o el sí conceder bajas a conveniencia).
Capataces que solo miran por el interés de su mina (ya que si fueran mínimamente legales habrían despidos y denuncias a la policía por el caso entre manos). Personas que prefieren ocultar cualquier cosa que este pasando para no buscarse problemas ante la autoridad. Administrativos que se pasan el día falsificando firmas para sus jefes y revisando que cuadren. Propuestas de prostitución encubierta justificadas por un bien familiar.
La sinopsis nos habla de una mina y un asesinato sin respuesta. Eso no es nada. Un mero McGuffin para que observemos todo el desfile de miseria humana que me recuerda al Lazarillo de Tormes, donde un desfile de pícaros (o gente que querría serlo) intenta vivir en una sociedad para la que no son siquiera un número.
No deja de ser una genialidad el hecho de plantear todas estas minisituaciones, sin resolución, sin una clausura, como la vida misma. Ya que como mínimo en una nos sentiremos reflejados o nos habrá tocado de cerca. Causando curiosamente una suerte de empatía con la historia que no tendremos con los personajes ya que casi todos son unos buscavidas miserables que nos causan rechazo.
Solo salvaremos de la quema al yerno de nuestro protagonista, persona trabajadora y humilde que lo único que pretende es vivir tranquilo y disfrutar de su relación. El elemento que nos lleva a pensar que hay que saber contentarse con lo poco que se tenga. Encarnado por un excelente Harold Torres (que ya había visto en Noche de Paz)
Siendo, de hecho, el peor de todos ellos nuestro protagonista, encarnado ejemplarmente por el actor Gabino Rodríguez. Que nos presenta un personaje triste, hundido por el peso de la vida misma, superado por las circunstancias y sin capacidad para alzar un dedo para su propia defensa. Que empieza causándote ternura por su aparente debilidad y necesidad, para pasar a un rechazo (con unas ganas marcadas de darle dos bofetadas para pedirle que despierte) por su falta de empuje vital. Una ambivalencia con la que el actor y la película no pararán de jugar constantemente.
Arrastrando su posible depresión (y más que marcada hipocondría) por toda la historia, con un rostro que produce la serie de emociones antes mencionadas según como se le este enfocando. Un personaje lleno de humanidad, que querría poder ser como el lazarillo, pero le falta fuerza para poder prosperar. Intentando aprovecharse de la situación y de los demás. Incapaz de tener en cuenta el entorno que le rodea menos a si mismo (la escena de comer la naranja dentro del coche del yerno es oro puro para ilustrar esa despreocupación).
Que ante la reprimenda no puede más que encoger los hombros y comportarse infantilmente. Si se dice que el minero es aquel que horada la tierra para alcanzar un bien, aquí nuestro personaje horada la sociedad para intentar medrar en ella. No queriendo hacer un daño, pero no aportándole nada.
Algo que se reflejara claramente en su núcleo familiar, donde tenemos una madre hiperprotectora que se sacrifica por su hijo y una tía, que es arrastrada por las circunstancias, por no ver que puede aspirar a algo más.
Es justamente en este núcleo familiar donde se representará mejor esta tragicomedia. Siendo el mejor momento el juego teatral que representan entre ellos para preparar la cita forzada de Rosa (la tía). Donde con un aparente juego aprovechan para contarse todas las verdades no precisamente de forma velada. Lo cual acaba en risas y relajación una vez se ha canalizado todo lo que no se podría decir de forma normal. Esta escena para mi es oro puro. Tierna, dura, superoriginal y muy muy relevante para la historia en ciernes. Una genialidad del director.
Todas las emociones y anécdotas de este metraje se sustentaran en parte en un gran trabajo de fotografía. Para apoyar todos esos planos lentos y alargados, permitiéndonos que entretengamos la vista en bellos paisajes, mientras nuestra mente no para de dar vueltas sobre que está pasando.
Una de las lecciones que extraigo de la historia, sobre la que no se para de incidir es que no solamente es necesario no querer dañar, hay que ser activo o el daño vendrá igual y además serás responsable. Evitar la responsabilidad solo lleva a una culpabilidad futura y que el exceso de protección solo lleva a la debilidad de ambos, de protector y protegido.
Es un metraje pesado para lo corto que es, pero si vamos con paciencia y analizamos lo que vemos, acabamos extrayendo metales preciosos: ese cobre que nunca aparece en pantalla, pero que se queda en nuestras retinas. Una historia que exige más de lo que da, pero cuyas reflexiones permanecen. Una película honesta en medio del mar de conformidad actual, que nos obliga a preguntarnos si no tenemos más en común con sus personajes de lo que queremos admitir.
Película recomendable si te gusta dormir con bombonas de oxígeno, ofrecer a tu tía como pago sin que ella lo sepa o hacer carreras de coches que son para desguazar.
La escena de la película: El momento de ensayo de la cita de Rosa con el médico.
La frase de la película: «Tu a mí tampoco me caes bien, pero aquí hemos venido a trabajar».
Vista con PASE DE PRENSA en el Festival L’Alternativa 2025
Nota del autor:
6,0 ██████ (Correcta)
TRÁILER:

