Sinners (Ryan Coogler, 2025) – 137 min
A veces uno se sienta en la butaca sin demasiadas expectativas, simplemente con ganas de dejarse llevar. Y otras veces (las menos, por desgracia) lo que ocurre sobre el escenario te agarra por dentro y no te suelta. Los Pecadores pertenece a ese segundo grupo: una de esas obras que no se ven, se sienten. Que no solo cuentan una historia, sino que te arrastran a vivirla con cada poro del cuerpo. Una experiencia cinematográfica poderosa, física y emocional, que todavía me resuena dentro
La propuesta escénica es tan sencilla como brutal. Un espacio oscuro, cargado de humo, sudor y heridas mal cerradas. Luces que rasgan la penumbra con intención quirúrgica, y una banda sonora que no acompaña, sino que habita la obra: blues en estado puro, doloroso, carnal. Un blues que no es decoración, sino el alma misma de lo que ocurre en escena. Cada nota parece arrancada del pecho de los personajes, como un lamento que sigue supurando.
El elenco es, sencillamente, una barbaridad. Hay actuaciones que no se interpretan, se encarnan. Aquí nadie actúa “como si”: aquí se vive, se sufre, se suda de verdad. La entrega física es total, pero no se queda en lo visceral: hay matices, hay verdad, hay una humanidad latente incluso en los personajes más rotos. Y eso, cuando se logra, no tiene precio. Mención especial para esa escena (sí, esa) en la que todo lo que sucede en pantalla traspasa cualquier tipo de imaginación.
Sí, el ritmo es pausado en ocasiones. Hay momentos donde la acción no avanza al galope, y puede parecer que todo se ralentiza. Pero lejos de ser un problema, esto se convierte en una de sus virtudes. Porque Sinners se cocina a fuego lento. Se cuece en su propio jugo. Y como ocurre con las mejores recetas, necesita tiempo para que los sabores se asienten, para que la intensidad se concentre. Esa lentitud es, en realidad, el marinado perfecto para que lo que estalla después lo haga con más fuerza. Y vaya si estalla.La sangre (y sí, hay sangre) no es espectáculo vacío. Es símbolo, es catarsis, es consecuencia. En Sinners cada gota tiene sentido. Se sangra con estilo, con dramaturgia, con verdad. Es un ritual en el que la culpa, el deseo, el perdón y la violencia se entrelazan en una danza infernal que, sin embargo, nunca pierde la humanidad. Porque incluso en sus momentos más oscuros, la obra no deja de recordarnos que todos tenemos algo que purgar. Y que la redención, aunque duela, es posible.
La dirección brilla al confiar en la inteligencia del espectador. No se explican las cosas con subrayador, no hay concesiones fáciles. Aquí se invita a mirar de frente, a enfrentarse a lo incómodo, a acompañar a estos personajes por un camino que no tiene garantizado el final feliz. Y precisamente por eso, por su honestidad brutal, el viaje emociona tanto.En definitiva, Los Pecadores no es para todos los públicos. No busca gustar a todo el mundo. No endulza. No adorna. Pero si entras en su juego es una de esas experiencias que te remueven, te descolocan, y te reconcilian con lo mejor del teatro: su capacidad para tocarnos donde más duele. Para sacarnos del confort. Para recordarnos, en definitiva, que seguimos vivos.
Salí del cine con la sensación de haber estado en misa, en un concierto, y en una pelea callejera al mismo tiempo. Y, sinceramente, bendita sensación.
Distribuida en España por WARNER
Nota del autor:
9,0 ████████ (Excelente)
Película en CARTELERA desde el 16 de abril de 2025
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