Título original: Pink Cadillac
País: Estados Unidos
Primera proyección: EEUU, 26 May. 1989
Duración: 122 min.
Director: Buddy Van Horn
Guión: John Eskow
Tercer y último trabajo como director de Buddy Van Horn, en el que repite Clint Eastwood como protagonista de la cinta, tal y como ya ocurriera en las anteriores producciones del realizador, “La gran pelea” (1960) y “La lista negra” (1988). Antes, durante y después del estreno de las películas citadas, el esporádico cineasta ha basado su carrera como doble/especialista, apareciendo en un importante número de películas protagonizadas por Gregory Peck y Clint Eastwood, hasta llegar a convertirse en coordinador de especialistas y trucos visuales en cintas como el díptico de la Segunda Guerra Mundial dirigido por Eastwood en 2006, “Cartas desde Iwo Jima” y “Banderas de nuestros padres”, entre otras muchas del recién citado actor-director, lo que delata la gran relación entre Eastwood y Horn.
Probablemente esta amistad o excelente relación laboral fue la que llevó a Clint Eastwood a aceptar su aparición en una cinta de calibre menor como la que aquí se da cita, estatus al que ha sido sometida debido al vapuleo de la crítica y del público generalizado, que han visto una liviandad soberana en el conjunto de “El cadillac rosa” y han encontrado fantasmas que no les han permitido disfrutar del excelente entretenimiento que mi persona ha podido vivir.
Y es que está cantado que esta no es ni de las mejores películas de sus años, ni del género, ni del subgénero, ni de las más sonadas de la filmografía de Eastwood debido a un visible convencionalismo en su argumento, pero desde luego aporta un nivel de entretenimiento magistral dentro de un conjunto trepidante, simpático, lleno de situaciones de ligero humor negro y adorables desenlaces, que contribuyen a que cuando uno acabe de ver la película la admita como un cómodo recurso concebido desde la evasión proporcionada por “una de esas” películas de persecuciones, tiroteos y peleas, protagonizadas por un héroe que parece tener solución para todos los problemas que le surgen. La única diferencia es que “El cadillac rosa”, es una cinta bien hecha respecto a las otras. Es convencional, típica y tópica, pero es digna de agradecer, seguir y digerir, limitándose a ofrecer lo que promete. Que veamos a Clint Eastwood en su reparto no quiere decir que nos tengamos que encontrar de forma obligada una obra maestra o simplemente una película notable.
Y en esta ocasión, el héroe es Tommy Nowak (Clint Eastwood), un experimentado caza-fugitivos que trabaja para una agencia de prestamistas de fianzas, teniendo la misión de atrapar a todo aquel que haya burlado su libertad provisional o condicional al haber pagado su fianza para encontrarse en ese estado. Después de unas primeras detenciones de las que seremos testigos en los primeros minutos de la cinta, en los que veremos a Novak utilizar mañosas tretas y engaños para atrapar a sus “presas”, la agencia le reclama para ir a por una fugitiva: Lou Ann McGuinn (Bernadette Peters), quien se escapa del hogar familiar con el coche de su esposo, un llamativo Cadillac de color rosa. Para Tommy Nowak, éste es otro de esos trabajos aburridos en los que tiene que ir de una punta a otra, cumplir su cometido como el que sale de paseo, y volver a casa. Pero el marido de Lou Ann, que forma parte de una peligrosa banda de neonazis conocida como «Los herederos» que trafica con dinero falso y posee gran cantidad de armas automáticas, irá tras el rastro de la chica…
Tras esto, el conjunto promete lo que suele garantizar uno de mis subgéneros favoritos: las road-movie. En este tipo de películas, los viajes que se desarrollan por carretera suelen prometer personajes peculiares a lo largo de la misma, postales dibujadas gracias a los paisajes y territorios por los que los personajes van atravesando, esas míticas y solitarias gasolineras que yacen a un lado de alguna carretera perdida y que siempre nos obligan a preguntarnos cómo pueden subsistir en mitad de un desierto, la tranquilidad y paz que muchas veces ofrece un largo viaje…
Mencionando el apartado interpretativo, decir que Clint Eastwood, si bien no presenta un personaje del que nos vayamos a acordar toda nuestra vida, denota que está en su salsa, con su rol de tipo de duro, veterano, estrictamente ligado a un código personal de normas que no desea incumplir, arisco y profundamente solitario, en parte por el miedo que le da una relación estable. Es el carácter que más veces ha repetido Eastwood detrás de la gran pantalla, y por eso lo realiza con total naturalidad. Su compañera de fatigas en esta cinta, Bernadette Peters (una actriz que apenas ha salido de los límites impuestos por las películas dirigidas exclusivamente a la televisión), aporta corrección y mucho encanto desde su personaje, pero desde luego, ni ella ni el resto de un sobreactuado reparto, ofrece nada destacable.
La banda sonora, de compases tan comunes como el ritmo generalizado de esta agradable película, son obra del compositor neoyorkino Steve Dorff (no confundir con el actor que comparte su nombre), autor de las partituras como “Aventurero de medianoche” (1982) o “Jake’s Corner” (2008). El apartado musical incluye una variada y agradecida recopilación de temas generalmente cercanos a la música Country, un género que presume de ser el ideal para las road-movie norteamericanas, resaltando el “Any way the wind blows” de Southern Pacific, por su doble aparición. Posiblemente, dos de los aspectos más reprochables de la cinta sean la exagerada representación de la pintoresca banda de neonazis, y la comparación indirecta de Ronald Reagan con el ideario de la misma en una de las escenas.
En la otra cara de la moneda se encuentran los disfraces utilizados por Tommy Nowak para detener a los fugados, formando éstos parte de las escenas más originales y divertidas de la cinta.
Nota del autor:
7,0 ███████ (Buena)
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