The Hobbit: The Desolation of Smaug (Peter Jackson, 2013) – 160 min

El_Hobbit_La_desolacion_de_Smaug_posterCuando Peter Jackson anunció su decisión (comercial) de adaptar la novela de Tolkien El Hobbit en tres películas se ganó no pocas críticas, y eso pareció marcar ya de forma negativa una saga que partía con la premisa de estar innecesariamente alargada. Por eso, y por la decepción que supuso a muchos niveles la primera de las tres películas que conforman la adaptación, El Hobbit: Un viaje inesperado, las expectativas (y la expectación) con respecto a la segunda parte, El Hobbit: la desolación de Smaug, bajaron considerablemente entre los espectadores en general, más allá de los seguidores más fieles. Es por ello que La desolación de Smaug resulta de lo más sorprendente. El problema principal de Un viaje inesperado era su incapacidad de unir su carácter de historia sin pretensiones, divertida y algo trivial (que es como Tolkien concibió la novela) con un espíritu trascendental (tan típico de todos los proyectos de Jackson, por otro lado), que la dejaba descompensada y falta de tono. Nada de eso encontramos en la segunda parte, en la que Jackson se posiciona totalmente a favor de una película plenamente adulta, pensada para un público más amplio como un gran vehículo de aventuras.

La desolación de Smaug comienza con un prólogo que sirve para introducirnos en la línea que va a seguir la película y nos conduce directamente al momento en el que terminó la entrega anterior, dando pie a innumerables episodios en los que aparecen sin cesar nuevos personajes, que durante las dos primeras horas no dan tregua, aunque resulta algo excesiva en su parte final. Continúan estando presentes los aspectos característicos del cine de Jackson desde La comunidad del anillo: los planos aéreos, el uso excesivo y saturado del croma y de las CGI… Pero, dentro de su estilo, Jackson consigue en esta película un nivel de intimismo y de sutileza visual como pocas veces se ha visto en toda la saga de Tolkien. Son destacables los momentos en lugares claustrofóbicos, como los del Bosque Negro, deslumbrantes, o los de la recreación de la Ciudad del Valle, casi como una urbe flamenca decadente, con planos que son auténticos cuadros de Claudio de Lorena. En cuanto a las secuencias de acción, son casi todas trepidantes, como la de los barriles, que mucho se ha destacado. Ésta aúna quizás lo que es lo mejor y lo peor de la adaptación que está llevando a cabo Peter Jackson de El Hobbit: por un lado, transforma lo que en el libro era un simple pasaje de huida en una larguísima escena de acción, en el afán del director de hacerlo todo más grandilocuente. Por otro, aunque a veces parece una mezcla entre atracción de parque temático y videojuego, está especialmente bien llevada. La agilidad con la que Jackson rueda los movimientos de los elfos no se veían en una película de este estilo quizás desde el trabajo que hacía Rupert Wyatt en El origen del planeta de los simios (2011).

La película está plagada de evidentes referencias, desde la misma Trilogía del anillo, especialmente de La dos torres en su forma de estructurar todo el último tramo en tres partes. Pero también hay aspectos del Alfonso Cuarón de Harry Potter y el prisionero de Azkabán (2004) (destaca un momento claramente Patronus), y, dentro de lo que podríamos llamar “acción de dibujos animados”, de la cual hay muchísima en la película, aunque insertada en este contexto se hace más asumible, casi resulta inevitable recordar Aladín (1992) y su Cueva de la Maravillas en los momentos de Smaug dentro de Erebor. Por su parte, la música de Howard Shore, si bien coge constantemente notas de los temas de la Trilogía del Anillo, tiene composiciones propias para la película mucho más interesantes que las de Un viaje inesperado, con la canción I see fire, compuesta e interpretada por el cantautor británico Ed Sheeran, como perfecto complemento. Quizás a veces, como suele ocurrir en este tipo de producciones, puede pecar de sobreutilización, especialmente en esta película en la que hay momentos de silencios muy bien utilizados (por ejemplo, la pelea de Legolas con el orco). Si bien carente de una personalidad propia fuerte, La desolación de Smaug aúna todas estas referencias y las hace propias para conseguir un producto complejo y al mismo tiempo asequible.

Puede que lo más estimulante (y sorprendente) de La desolación de Smaug sea que se trata de la película de la saga de Tolkien más actoral. Entendiéndose tal afirmación como que en ella no toman tanto protagonismo las criaturas de la factoría Guillermo del Toro (poco más que los orcos, y por supuesto el dragón), en favor de personajes encarnados por actores reales. Y no sólo eso, sino además cuidando mucho las interpretaciones. A un inmenso Martin Freeman (especialmente en la primera parte), le siguen acompañando Ian McKellen y toda la tropa de enanos con Richard Armitage, Ken Scott y Aidan Turner a la cabeza. Amplía su papel Lee Pace, impresionante como el rey de los elfos y padre de Legolas, de nuevo interpretado por Orlando Bloom. De entre las nuevas apariciones, destacan Evangeline Lilly como Tauriel, un papel creado para la película para introducir una historia de amor bastante acertada, Luke Evans como Bardo, y el siempre sugerente Benedict Cumberbatch, que sólo con su peculiar voz consigue darle personalidad al dragón Smaug, más allá de su impresionante creación visual.

El Hobbit: la desolación de Smaug es, dentro de su magnificencia, probablemente la película menos encorsetada, técnica y temática de toda la saga de Tolkien. Trascendente sólo lo justo para ser seria, resulta un entretenimiento épico, espectacular y disfrutable, siempre y cuando uno sepa lo que va a ver. Y, por encima de todo, y como buena segunda parte, mejora a su predecesora y al término deja con ganas de ver cómo acabará la historia. Y esto es, sin duda, lo más importante.

Distribuida en España por WARNER BROS
Vista en PASE DE PRENSA el Miércoles 11 de Diciembre de 2013 en CINES PROYECCIONES, Madrid.

Nota del autor:
7,0 ███████ (Buena)

Trailer

COMENTARIOS DEL EQUIPO LGE

Sandro Fiorito
Tan espléndida como el resto de películas de la saga. Y es que lo bueno que tiene la espectacular factoría de Tolkien adaptada al cine por Peter Jackson es que cada una de sus películas tiene algo que la hace especial, que la hace única dentro de su propio universo. Hasta el momento del estreno de La desolación de Smaug y en mi modesta opinión, era Un viaje inesperado la película más remarcable de la saga por dar sentido a la misma y aumentar, al menos en este servidor, el aprecio a unas entregas que algo deberán tener cuando, contando de media con tres horas de duración, éstas nunca se hacen largas. Será su épica, serán sus personajes, será ese fascinante mundo tan bien imaginado por Tolkien y grandiosamente adaptado por Jackson, pero en cualquier caso existe en esta manufactura una magia por la que me he sentido atrapado. Y así vuelve ocurrirme en La desolación de Smaug, que ha pasado ante mis ojos aportando un entretenimiento monumental y ofreciendo todo un repertorio de deslumbrantes escenas que hasta en algún momento me han dejado con la boca abierta por despejar, al menos en parte, algunas de sus más sorprendentes incógnitas. La película, rebosante de energía, es un incansable torbellino de acción trepidante, buenas historias y continuación de uno de los viajes con el billete mejor pagado en una sala de cine, ya que su mágico transporte a través de uno de los mejores mundos de fantasía que podremos encontrarnos en la gran pantalla, garantiza una completa inmersión en un universo repleto de rincones por los que sentirse fascinados. Con el permiso de Gandalf (Ian McKellen), son los carismáticos personajes de Thorin (Richard Armitage) y Bilbo Bolsón (Martin Freeman) los reyes de esta nueva trilogía, aunque en La desolación de Smaug no tengan desperdicio otros personajes como Tauriel (Evangeline Lilly) y Kili (Aidan Turner), ambos protagonistas de una historia que no tiene desperdicio. Con sus correspondientes pizcas de humor (hilarante una durante la escena de los barriles) y acompañada por los brillantes compases de Howard Shore, La desolación de Smaug no sólo mantiene alta la media de calidad de la saga, si no que inyecta muchas ganas para poder ver la que ¡oh, Dios mío…! será la última película de tan genial universo: Partida y regreso. ¿De verdad que todo acabará ahí? Porque yo estoy seguro de quedarme con muchas ganas de más. 8.

Vista en PREESTRENO el Jueves 12 de Diciembre de 2013 en DREAMS PALACIO DE HIELO, Madrid.

Written by Sofia Pérez Delgado

Redactora de LGEcine

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