The tribe (2014): odisea ultra-violenta en lenguaje de señas

The Tribe es una película ucraniana de 2014 con varias de las tretas propias del cine de autor europeo: narrativa densa, temáticas atrevidas y minimalismo estético. Y siendo su historia sobre un solitario joven que entra a un internado para sordos y ahora debe intentar encajar entre los jóvenes que viven allí, uno podría pensar que este es el tipo de producción que hará sentir al público mejor consigo mismo y que demostrará que no existe ningún impedimento para lograr ser quien se quiere. Pero nada puede estar más alejado de la realidad. Y en caso de que la visionen con esa clase de expectativas, prepárense para recibir un fuerte golpe.

Myroslav Slaboshpytskiy, quien dirigió y escribió la película, presenta a estos adolescentes sordomudos como miembros de una pandilla cuyas actividades criminales van desde el robo hasta el proxenetismo. No contento con mostrar lo crueles y perversos que son, también decide hacer el filme en lenguaje de señas, sin subtítulos y con apenas 34 planos secuencia.

Lo primero que se da a notar en The Tribe es su curiosa forma de narrarnos la historia y su carácter experimental al ser, posiblemente, la primera película hecha en su totalidad en este atractivo lenguaje y sin ningún tipo de ayuda para entender lo que dicen los personajes. No hay música incidental ni banda sonora, simplemente sonido ambiente y foley (*) que fortalecen la sensación de opresión que impone desde el principio el director. Esta sensación se acrecienta con cada escena, sobre todo porque el filme le exige bastante al espectador y es un reto incluso para los más acérrimos «cinefagos».
(*) Efectos de sala o efectos foley son aquellos efectos que buscan la recreación de sonidos que por diversos motivos no fueron recogidos en el momento de la grabación de la escena. (Fuente: Wikipedia)

Pero The Tribe no sólo es difícil de ver por su ausencia de subtítulos, sino también por la crudeza de sus imágenes. A lo largo de esta obra los estallidos de ultra-violencia provocarán que volteemos el rostro o queramos que acabe pronto una escena. Este efecto de shock no es gratuito, es un resultado de la naturalidad con la que está rodada la película, porque incluso cuando cada toma está tan perfectamente coreografiada, el ritmo lento y pausado más las a veces extensas conversaciones entre personajes dotan de espontaneidad a todo el conjunto.

Quizás lo más curioso de todo es cómo logran el director y los actores comunicarnos tanto sin que entendamos con exactitud qué es lo que están diciendo mediante señas. Este punto se presta para pensar sobre el poder que tiene la imagen y la emoción que puede transmitir una escena recurriendo a lo meramente visual. Claro, la película nos invita a revisitarla para entender, con cada visionado, más detalles que se nos pudieron escapar, pero en general (y a pesar de la opresión a la que nos somete Slaboshpytskiy) lo que se cuece en cada secuencia es entendible gracias al posicionamiento de la cámara y a lo que transmiten los jóvenes actores con sus expresiones. El sonido está allí pero se reivindica el poder y la majestuosidad de lo ocular en el cine.

The Tribe no es lo que uno llamaría «una película recomendable». Sin duda, puede ser una experiencia frustrante y exhaustiva para muchos. Pero su trama oscura y deprimente, su técnica narrativa y un final que puede atormentar al espectador inclusive cuando la cinta lleve varias horas de terminada la hacen merecedora de que, por lo menos, sea vista una vez en la vida por todos los que sentimos aprecio por el arte de la cinematografía.

Distribuida en España por