«A través del arte estamos empezando a reflexionar, agudizar, criticar y rebelarnos a ese sistema que nos tiene encerrados, presos de algo»

Fotografía © Warner Bros. Pictures

Con motivo del estreno el pasado viernes en España de Relatos salvajes de Damián Szifron, uno de los trabajos más sorprendentes de este 2014, charlamos en Madrid con Leonardo Sbaraglia, uno de sus intérpretes, sobre la película no solo desde el punto de vista cinematográfico, sino también como fenómeno sociológico.

Madrid, oficinas de El Deseo
¿Cuál es la primera impresión de uno cuando le llega una historia como la de Relatos salvajes?

A mí lo que me pasó es que viendo la película me impresionó todavía más que el guion, que era muy bueno ya, pero viéndola tenía mucha más contundencia que lo que podías leer, porque Damián rueda muy bien, tiene mucha claridad y mucha precisión. Es como si cada plano estuviera computado, organizado, con mucha fuerza y mucho lenguaje. Así que es cierto que cuando la vi me impactó mucho, sobretodo por cómo había conseguido unir esos seis relatos como si fueran parte de un todo. Y sí, es una película fuerte, que te va incitando a seguir viéndola, tiene mucha atracción, humor, consigue la suficiente distancia, con ironía, y al mismo tiempo te va conmoviendo, emocionando. Te va movilizando internamente.

Todos los personajes están muy construidos, a pesar de tratarse de historias cortas, pero el tuyo es posiblemente el más redondo porque pasa por un registro más amplio de emociones. ¿Cómo lo preparaste? ¿Fue un rodaje muy complicado?

En el cine hispanoamericano no teníamos muchos antecedentes de una historia de tanta acción y tanta expresión física. Nuestra historia es más gestual que de palabra, así que leída en el guion pensé “No sé cómo se hace esto”. Y a mí lo que me gustó mucho, y no me lo esperaba porque nunca había trabajado con Damián, es que él tenía imaginada cada transición, casi como si fuera construyendo la historia por engranaje. No tanto un plano secuencia, en el cual el personaje vive todo un proceso con una cámara fija, sino contado todo con diferentes posiciones, alturas, ángulos… que llamativamente iban sacando lo mejor de mí en cada una de esas transiciones. Y así fue. En esta historia lo que me parecía la mayor dificultad era tratar de ver cómo transmitir al espectador y ser verosímil en esos cambios, cómo uno va transformándose de la racionalidad a la locura. Y Damián lo tenía muy claro y de forma muy precisa. Y la parte del final, que es tan física, ahí fue ir inventando sobre la marcha. Prácticamente no habíamos ensayado, y no teníamos ni idea de cómo se hacía. Entonces lo fuimos descubriendo en el rodaje, metiendo el cuerpo y tratando de imaginar con los recursos que yo tenía en ese momento.

Estamos en una época de desencanto hacia el ser humano, lo cual se ve reflejado también en el cine (me viene a la cabeza una película alemana de este mismo año, Tiempo de caníbales, de Johannes Naber). ¿Crees que esta tendencia tiene que ver con la crisis que estamos pasando?

Sí, yo creo que tu lectura es así tal cual. De alguna manera la gente, a través de la mirada cinematográfica, ha ido encontrando la manera de expresar lo que iba ocurriendo en el mundo en diferentes momentos históricos. Evidentemente en los últimos años la gente es cada vez más consciente de la ficción que hay en el sistema económico y político mundial. Una ilusión en la que nos hacen creer que vivimos en el mejor mundo posible. Y bueno, probablemente sea el mejor mundo posible hasta ahora, pero sigue siendo muy cruel, brutal e injusto. Y, a través de la mirada sensible, original y creativa del arte, está empezando a haber la posibilidad de reflexionar, agudizar, criticar y rebelarse a ese sistema que nos tiene encerrados, presos de algo. Y creo que lo que ocurre en Relatos salvajes es un poco eso: todos los personajes, de manera más positiva o negativa, están metidos en una situación de encierro. Y como dijo un sociólogo, el ser humano no nace humano, pertenecemos al reino animal, y justamente tiene que aprender a eso, a ser humano. Y esa construcción y aprendizaje todavía está en un estadio elemental. La humanidad se tiene que sofisticar y que, eso mismo, humanizar, mucho más.

Eso precisamente me recuerda a un momento de la historia de Oscar Martínez y su hijo, en el que el fiscal va a interrogar a toda la familia, y se bromea con que al perro no es necesario. Parece que el ser humano, precisamente por su capacidad de razonar, es mucho más peligroso cuando saca ese lado salvaje que el propio animal…

Sí, hay algo así, el animal muchas veces se puede matar a sí mismo por un tema biológico de subsistencia. El ser humano se mata a sí mismo por una cuestión de explotación económica, política, social…

También este enfoque es seguramente uno de los motivos del éxito de la película entre el público…

Yo creo que sí, primero porque no especula, en el sentido de que, aunque por supuesto tiene una elucubración artística y cinematográfica, no es una película que quiera conformar a todo el mundo, sino que plantea un punto de vista muy inteligente por parte de Damián, un punto de vista de un tipo agudo, sensible a la realidad que lo rodea, y con una postura. Y esa postura es, por lo que estamos hablando, una con la que la gente se identifica, puesta en primer plano, afirmando que somos capaces de desobedecer, de crear algo que sea mejor de lo que tenemos. A pesar de que la mayoría de los relatos que están presentes en la película son de conductas atroces, corruptas, violentas, de choques sociales… Pero creo la mayoría de la gente, cuando ve la película, sale feliz. No es una patada en los dientes. Te da cierta sensación de liberación. El otro día una periodista me dijo “Después de ver la película, creo que salí mejor persona”. Nos da la posibilidad de mirarnos al espejo y de ver de lo que somos capaces para ser mejores personas.

En este sentido, tiene lógica que el episodio con el que más se identifiquen la mayoría de los espectadores sea el de Ricardo Darín, por ser el que lucha por la gente…

Y además es la única historia heroica. Una rebelión social. El resto son todo rebeliones más oscuras, un lado feroz, corrupto, inmoral… Como diciendo “Miren donde estamos metidos y de lo que somos capaces”.

La película tiene además un carácter muy argentino, y, al mismo siento, se puede extrapolar a la situación de muchos otros lugares del mundo…

Sí, es así. No sé bien con qué tiene que ver eso. Yo creo que fundamentalmente con que es una buena película, inteligente, bien hecha… Y objetivamente es una película solida, bien realizada y con muchos recursos cinematográficos. Y además tiene esa virtud de que está contada de tal manera, con códigos y temas lo suficientemente universales, como para que pueda ser entendida en todo el mundo. A mi quizás nunca me había pasado de tener una opinión tan homogénea en tantos lugares. Hay películas que reúnen estas características, como fue es su momento Amores perros (Alejandro González Iñarritu, 2000), que son historias locales que conmueven a todo el mundo. No sé qué pasaría con ella en el mundo oriental, que es muy diferente en su forma de pensar. Me da mucha curiosidad. Vamos a ver qué ocurre cuando la película se empiece también a estrenar en el resto de Europa. España es un lugar familiar para nuestra cultura, con un lenguaje propio. La gente de Italia que la vio en el Festival de Cannes la comparaba con el neorrealismo y películas como Los monstruos (Dino Risi, 1963), y la sentían también como propia. La sociedad italiana tiene mucho de la sociedad argentina. Y nos queda también toda la escalonada de lo que pueda pasar en Estados Unidos. La película ya parte con la ventaja de que fue vendida a todo el mundo, y una de esas compras fue por parte de Sony Classics, una de las distribuidoras americanas más importantes que seguramente va garantizar un gran lanzamiento en Estados Unidos, y una probable candidatura al Oscar dentro de las películas extranjeras, esperemos.

Fotografía: Warner Bros. Pictures
Entrevista de Sofia Pérez Delgado para LGEcine.org
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Written by Sofia Pérez Delgado

Redactora de LGEcine

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