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Si hay algo que de verdad diferencia a “Los Soprano” de cualquier otra caracterización de la Mafia a través del cine y la televisión es esa capacidad de sus creadores para imprimir sobre cada uno de los rostros protagonistas de esta organización criminal una personalidad que logre transmitir la perfecta naturalidad de sus vidas. Roban, estafan, trafican y asesinan infundiendo verdadero terror de puertas para afuera, pero una vez todo queda en casa podemos ser testigos de cómo las personas más despreciables del mundo pueden convertirse en seres que despiertan auténtica simpatía.

A esto llegamos por el esfuerzo que esta producción demuestra en ofrecernos una visión muy personal de los integrantes de la Mafia norteamericana, dejando completamente abiertas las puertas de sus vidas para que veamos todas sus pequeñas y grandes preocupaciones familiares o personales, además de la expresión de sus ilusiones y proyectos de futuro. Este recorrido a través de sus sentimientos sirve también para que la trama se adentre en cuestiones morales que plantean directamente el dilema de si el honor, respeto y cariño que se dispensan entre los criminales dentro de la Mafia es algo auténtico o simplemente una llana hipocresía impuesta por las viejas tradiciones italianas, empleada para poder pisotear a todos aquellos que se interponen en el camino del aspirante a un puesto más alto dentro de la organización. En saber si los amigos que tienes son de verdad o una mera pantomima. 

Sucede así con su protagonista principal, Tony Soprano (James Gandolfini) que ya desde el primer episodio acude a una psicóloga, la Dra. Jennifer Melfi (Lorraine Bracco), por unos supuestos ataques de pánico que dejan entrever -en el que es uno de los máximos dirigentes de la Mafia de Nueva Jersey- una personalidad depresiva. La terapia a la que acude sirve como hilo conductor de las confesiones más personales del capo, que entre los suyos desde luego jamás podría dar muestras de ningún tipo de debilidad, pues dentro de su ‘negocio’ todo se sostiene en unos superficiales cimientos sobre los que se construye la mítica y tópica imagen de los mafiosos. Además, Tony, orgulloso y contundente pero en el fondo con buen corazón, debe lidiar con el estrés de tener que organizar dos familias, la suya propia y la organización criminal.

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En la suya encuentra la entregada ayuda de su esposa Carmela (Edie Falco), quien intenta ser una buena madre para sus hijos -soportando incluso las infidelidades de su marido- y una excelente ama de una casa donde no se respira olor a Mafia: entre sus familiares están vetadas esas conversaciones. Tony no se lleva el trabajo a casa. Sus dos hijos, Meadow (Jamie-Lynn Sigler) y Anthony Junior (Robert Iller) provocarán en sus padres los grandes quebraderos de cabeza que se puede esperar de unos adolescentes. En el caso de estos, sus personalidades pueden llegar a ser verdaderamente insoportables.

Y luego está ‘La cosa nostra‘. Tiempo atrás, durante las décadas de los 50-60 la Familia de Nueva Jersey era tema del padre de Tony, Johnny Boy (Joseph Siravo), y de su tío Junior (Dominic Chianese). Hoy las cosas han cambiado y el poder está reñido, algo a lo que deberá enfrentarse Tony para llegar al punto que decidirá el rumbo de las seis temporadas que dura la serie. De entre sus hombres de confianza destacan el supersticioso Paulie Gualtieri (Tony Sirico), un impecable Silvio Dante (Steve Van Zandt), el rebelde y ambicioso Christopher Moltisanti (Michael Imperioli), Salvatore ‘Big Pussy’ Bompensiero (Vincent Pastore) y un sinfín más que se ampliará a lo largo de los ochenta y seis episodios de los que se compone “Los Soprano”.

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Se sumarán personajes muy peculiares o incómodos, como Phil Leotardo (Frank Vincent), Ralph Cifaretto (Joe Pantoliano), Richie Aprile (David Proval) y un considerable etcétera a repartirse entre todos aquellos que disfrutarán más o menos minutos. Pero también los hay más agradables, para compensar la frialdad de los anteriores personajes citados. Ellos pueden ser el alegre cocinero Artie Bucco (John Ventimiglia), un bonachón Bobby Baccalieri (Steve Schirripa), Tony Blundetto (Steve Buscemi), la encantadora Adriana La Cerva (Drea De Matteo), el justo Johnny Sack (Vincent Curatola) o incluso la otra cara de la moneda, en el FBI, el Agente Dwight Harris (Matt Servitto).

Uno de los firmes pilares sobre los que descansa el peso de la serie es en su forma de contar las cosas, en su atrevimiento a la hora de introducir impactantes escenas o auténticos alucines surrealistas que reivindican que lo que estás viendo no es sólo una serie sobre la Mafia, sino un vivaz ejercicio sobre el que se experimenta y desplega todo el talento y originalidad de su creador, David Chase, que hacía de esta serie su primera creación en solitario. Atrás quedaban los años en los que estuvo inmerso en producciones como “Doctor en Alaska” (1993-1995) o “Los casos de Rockford” (1974-1980). En “Los Soprano” se nota la influencia del cine de Martin Scorsese sobre sus responsables, pues muchas de las escenas, personajes, ropas y estilos recuerdan a películas del maestro italoamericano. Sin ir más lejos, un buen puñado de los actores que desarrollaron su trabajo en “Uno de los nuestros” (1990) aparecieron entre las filas de los que componen “Los Soprano”, conformando un reparto generalmente italoamericano, que reinvindica sus raíces.

soprano3Además de poder ser partícipes del desarrollo de una familia mafiosa y todas las ramificaciones que derivan desde los integrantes que la componen, en esta producción podemos ser testigos de las reflexiones sobre la vida y la muerte, la amistad y el amor, la depresión y las adicciones… Son muchos los puntos sobre los que la serie nos invita a pensar sobre nuestras propias miserias a través, precisamente, de unos personajes miserables. Como en las películas del ya mencionado Martin Scorsese, o ampliando el espectro comparativo a las obras que crearon Sergio Leone o Francis Ford Coppola, entre otros, los mafiosos pasan a convertirse de lo que son a iconos, emblemas por los que podemos llegar a sentir empatía, compasión, piedad, preocupación, miedo, angustia o incomodidad.

 Remarcar que si esto se puede transmitir desde la serie es, además de por una mimada recreación de los personajes por parte de los responsables, por unas interpretaciones llevadas a cabo por un reparto de altura. Todos lo hacen maravillosamente y, por ello, no me extenderé desgranando los actores y actrices que más me han impresionado.

De todos ellos me llevo más que un grato recuerdo: la seguridad de haber visto a unos seres auténticos, de verdad, que aún hoy puede que sigan tomándose un buen emparedado ante la fachada de la vieja carnicería “Satriale’s”. Sólo recalcaré el extraordinario trabajo de James GandolfiniEl hombre que nunca estuvo allí«, 2001), culpable por su interpretación de haber dado vida a uno de esos personajes de la Mafia que permanecerán inmortales en el recuerdo de todos los aficionados a este género, metiendo a Tony Soprano en el ‘paseo de la fama’ (junto a Tony Montana, Vito o Michael Corleone, Noodles, Sonny, James Conway…) de los mafiosos más característicos y especiales de la pequeña o la gran pantalla. Cumple con otro rol mafioso diferente al acostumbrado, combinando su curioso parecido con Alphonse Capone con una personalidad que aunque huye de las viejas tradiciones no tiene más remedio que hacerlas cumplir, pues el orgullo y su papel como líder están en juego.

Tony es de esas personas que de no haber sido mafioso podría haber sido uno de los tipos más excepcionales con los pudiéramos encontrarnos. 

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En el apartado musical, abierto por elWoke up this morning” del grupo Alabama 3 en los créditos iniciales de cada episodio, podemos encontrar una extensa selección de temas (Wikipedia: Music on The Sopranos) tanto para cerrar los créditos finales de los capítulos como para acompañar determinadas escenas de la serie. Todos ellos son de grandísima calidad y debo agradecer desde estas líneas el descubrimiento de maravillas musicales que desconocía antes de ver esta serie. Si acaso destacar, por encima de todos, el “Tindersticks running wild” aparecido en el penúltimo capítulo de la serie. Creo que esta melodía es la más capaz de transmitirnos la verdadera esencia de esta serie tan especial, tan única, tan llena de tristeza pero también de simpatía, ironía, humor y buenos momentos, casi todo en la misma proporción. Destacar que a menudo podremos escuchar los gustos musicales de Tony a través de las diversas emisoras que va sintonizando en la radio de su 4×4, siempre de rock clásico (60’s, 70’s) y de entre las cuales recuerdo la cuña de la WWUZ de Virginia.

Con todo esto decir que este humilde servidor recomienda fervientemente el visionado de esta serie por la dimensión tan especial que adquiere, por lo que se puede llegar a sentir y sufrir por sus personajes, por ser capaz de hacer sencillo lo más difícil y bello lo macabro. Porque en ella se reactivan los viejos conceptos del honor o la traición y deja la duda en el aire acerca de lo verdaderamente asolado que se puede encontrar el ser humano, quien creyendo que lo tiene todo, sentándose a pensar puede ser consciente de que lo único que tiene es un montón de polvo, un puñado de sonrisas falsas a su alrededor, amistades que caen ante uno sólo para exprimir al prójimo mientras le quede algo que proporcionar.

Esta serie es pionera de la televisión en la creación de las series que intentan -y logran- situarse por encima del nivel de calidad que hasta el momento sólo podía llegar el cine, exprimiendo todos los recursos que posee para hacer de cada capítulo una pequeña maravilla, una película de una hora de duración en la que, en este caso, podemos vivir de la manera más cercana las sensaciones que los criminales experimentan, situando el listón a una altura muy difícil de superar.  Créanme que esta serie me ha gustado mucho más de lo que mis frías líneas parecen interpretar, pero resulta muy complicado transformar las sensaciones, lo inolvidable, indispensable y reconfortante que ha resultado esta serie en mi vida en simples palabras.

Todo se lleva por dentro. Debe ser la ‘Omertà’. Grazie per tutto, amici miei.

Written by Sandro Fiorito

Cofundador de LGEcine

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