Título original: The Good Shepherd
País: Estados Unidos
Primera proyección: EEUU, 11 Dic. 2006 (premiere)
Duración: 160 min.
Director: Robert De Niro
Guión: Eric Roth
Música: Marcelo Zarvos, Bruce Fowler

Tuvieron que pasar trece años hasta que Robert De Niro decidiese volver a la dirección cinematográfica. Después de haber dado toda una lección de cine en su maravillosa “Una historia del Bronx” (1993), en 2006 regresaría con un objetivo y espíritu muy diferente, arriesgándose con una cinta de casi tres horas de duración sostenidas por el caudaloso guión de Eric Roth (“El curioso caso de Benjamin Button”, 2008). Con “El buen pastor” demuestra unas formas propias de los más grandes realizadores, haciendo fluir con brío una de las más nutridas historias sobre el espionaje que podamos encontrar en el cine, encuadrada en un estilo casi matemático y abundante de palabras que siempre albergan algún significado. Es una película muy lenta, necesitada de ser vista con tiempo, calma y ganas de abrir ante nuestros ojos toda una enciclopedia llena de enigmas y herméticos personajes que navegan por un mundo paralelo, un selecto club desde el que se tejen las más oscuras y confidenciales operaciones de los grandes países.

Y es que se centra en los orígenes de la Agencia de Inteligencia Central de los Estados Unidos (CIA) desde la perspectiva de Edward Wilson (Matt Damon), figura inspirada en uno de los fundadores y piezas clave de la organización, James Jesus Angleton (1917-1987). El relato describe a esta persona como un ser imperturbable, sencillo, de marcada inteligencia, honestidad y pasión por su trabajo y la defensa de su país. Consciente de que las acciones que va desarrollando pueden significar la base que necesita la CIA para convertirse en una realidad, Edward se enfrenta a numerosos dilemas morales que afectan tanto a su organización como a la familia o los amigos. El oscurantismo que envuelve a la Agencia se refleja en todas y cada una de las brillantes escenas que componen esta sosegada partitura que se vale de un guión que no se cansa de producir buenos diálogos, interpretaciones estupendas, ambientación inmejorable de todos los años en los que se desarrolla el argumento (de los 30 a los 60) y una dirección sobria, auténtica y personal.

Pretendida o inconscientemente, la película transmite tristeza, soledad y desesperanza dentro de su pronunciado sabor a cine negro, algo que se manifiesta tanto en sus grisáceos personajes o amargas situaciones como en las texturas de su fotografía, llena de colores apagados que atraviesan lugares nebulosos y vacíos. La interpretación del cada vez más grande Matt Damon («Valor de Ley«, 2010) resulta prodigiosa, excelente, convirtiéndose su personaje en uno de esos particulares y emblemáticos roles que no se olvidan fácilmente. Silencioso, cabizbajo y con el engañoso aspecto de emitir debilidad, su papel muestra desde la primera línea la dureza a la que debe enfrentarse un agente de la CIA, renunciando a muchas cosas de vida y adaptándose a cualquier circunstancia que su trabajo obligue para que jamás peligre la tapadera de su realidad.

Como los genios de siempre, su personaje es una de esas personas que no parecen nada pero son más que nadie. Son muchos más los que aparecen en el reparto, tales como un gran Michael Gambon o una exuberante y sensual Angelina Jolie («60 segundos«, 2000) capaz de parecer un ángel y un demonio, según le convenga al argumento. William Hurt («Dark City«, 1998) o John Turturro («Muerte entre las flores«, 1990) aprovechan al máximo sus apariciones para dar un recital de calidad, seguidos por otros más breves como Joe Pesci («Toro salvaje«, 1980) en una de las mejores escenas de la cinta, una conmovedora Tammy Blanchard («Bella«, 2006), efectivo Eddie Redmayne («Los pilares de la Tierra«, 2010) o Alec Baldwin («Bitelchus«, 1988 – «El aviador«, 2004) demostrando su rodaje en un par de secuencias. También sale Robert De Niro fugazmente como el general Bill Sullivan. Repito que es un reparto muy extenso.

La música original de esta relevante película, compuesta por Marcelo Zarvos (“Los amos de Brooklyn”, 2009) y orquestada por un incombustible Bruce Fowler (cuenta con más de doscientas participaciones en su haber, incluyendo “El rey león”, 1994 o “El caballero oscuro”, 2008) se apega a la línea marcada por De Niro en la atmósfera de la cinta, completando unas partituras densas, melancólicas y misteriosas que comparten plenamente el espíritu del filme. Merece una mención especial la poderosa fotografía de Robert Richardson («Shutter Island«, 2010), quien apoyado en el titánico aporte de Robert Guerra («Una mente maravillosa«, 2001) en la dirección artística puliendo todos los detalles, hace de cada toma una pequeña obra de arte repleta de distinción, dominando el claroscuro para dibujar unas escenas que parecen pinturas. No importa la importancia del minuto: para mostrar cualquier pormenor se ha esmerado al máximo, haciendo así de su trabajo uno de los más importantes a nivel técnico de la película. 

Así pues, Robert lo ha vuelto a hacer, dirigiendo con maestría una película que a otros muchos realizadores con más rodaje se les quedaría atascada, tanto por la dificultad que debe significar la adaptación de este mastodóntico guión (con múltiples saltos de fecha que necesitan ser montados ‘quirúrgicamente’) como por la confección de unos personajes tan concretos como los aparecidos aquí, o el excelente manejo para fundir todo lo referente a su maravilloso apartado técnico. Si en la película podemos encontrar alguna nota negativa, ésta se encuentra en un desenlace demasiado rebuscado y casi ingenuo para lo que se puede esperar de una obra de espía, pero este hecho no dinamita, ni mucho menos, el buen sabor obtenido al terminar de verla.

Nota del autor:
8,0 ████████ (Muy buena)

 

Written by Sandro Fiorito

Cofundador de LGEcine

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