Título original: Tui shou (推手) (Pushing Hands)
País: Taiwán
Primera proyección:
 Alemania, Feb. 1992 (Festival Internacional de Berlín)
Duración: 
105 min.
Director:
 Ang Lee

Guión: Ang Lee & James Schamus

Primera película del realizador Ang Lee, cuyos éxitos cosechados en las últimas décadas completan una lista con títulos que no escapan al conocimiento de muchos: “Sentido y sensibilidad” (1995), la oscarizada “Tigre y dragón” (2000) y la también multipremiada “Brokeback Mountain” (2005) son algunas de las obras más reconocidas del realizador taiwanés. Por la última citada se hizo con el Oscar al mejor director. En “Manos que empujan” completa una película armónica, bella, inspiradora, inteligente, real y llena de mensaje. Ninguna palabra del guión escrito por el propio realizador en compañía de su inseparable colaborador James Schamus es pronunciada en vano. Todo tiene su porqué e incluso, a veces nada, es el porqué. Con indiferencia del nivel de aprecio que le podamos tener a las artes marciales y más concretamente al elegante Tai Chi Chuan, o sin ser incluso partícipes de un estilo de vida que suscriba las enseñanzas del budismo Zen, podemos llegar a sentirnos identificados con lo que desde este conjunto se consigue transmitir, puesto que su mensaje es universal y la lógica en la que está bañado puede abrirse camino entre los corazones de todo el mundo. Se denuncia el egoísmo, la vanidad, el ego, la ira, la insolidaridad y la soledad a la que se obliga permanecer a muchas personas. Se ofrece a cambio un canto a la paz interior, la felicidad, la amistad, lo inmaterial y lo auténtico.

Una flor puede ser más importante que el más caro de los vehículos, y una gota de lluvia que cae sobre el cuerpo, el mayor de los reconocimientos. Cualquier sesión de meditación o movimiento en la práctica del Tai Chi Chuan puede hacer mucho bien en nuestra vida y en la de los que nos rodean. Para guiar la fabulosa historia narrada por Lee, el argumento presenta al Sr. Chu (Sihung Lung), un otrora maestro de Tai Chi que, tras haberse retirado de la profesión, viaja a Norteamérica para vivir bajo el mismo techo que su hijo Alex (Bo Z. Wang), la esposa de éste, Martha (Deb Snyder) y el niño que ambos tienen en común. Mientras Alex siempre ha mantenido la máxima de que los padres merecen ser tratados como ellos trataron a sus hijos cuando eran pequeños, Martha sólo da muestras de incomodidad ante el simpático anciano: no le gusta que desplace muebles del salón para tener espacio con el que realizar la práctica del Tai Chi, le molesta que vea la televisión, que fume mientras mira a las estrellas o medite silenciosamente en su habitación. Parece incluso envidiar que el maestro pueda hincharse a comer gigantescas proporciones de carne y verdura sin engordar un gramo, pues ella debe darse palizas a correr y aplicarse tormentosas y pobres dietas de lechugas y galletas nutritivas. Pero el mayor obstáculo que emerge entre ambos es el de la incomunicación, pues ninguno habla el idioma del otro (el anciano es taiwanés y ella norteamericana).

La dirección de Ang Lee logra, con una técnica simple y casi austera, ofrecer cada uno de estos aspectos de una forma que el espectador pueda no sólo observarlos, sino sentirlos. La primera media hora parece un despliegue de escenas puramente contemplativas: hay que concentrarse, calmarse y observar todo con detenimiento para poder ser parte de lo que está sucediendo. Vemos como el Sr. Chu medita o realiza sus lentos y fluidos movimientos de Tai Chi Chuan sin importarle al metraje emplear un tiempo muy considerable para mostrar lo citado. Esto consigue que al menos un servidor haya podido adentrarse hasta lo más profundo de las intenciones transmitidas en “Pushing Hands”. Bien es cierto que algunas escenas (durante las clases de Tai Chi y otros momentos en los que este arte marcial es el protagonista) parecen exagerarse hasta tal punto que uno las contemple con incredulidad, pero esto no es condicionante para poder seguir la película durante toda su duración con mucho agrado, admiración, interés y ganas de aprender. Todas las interpretaciones son muy buenas, siendo la de Sihung Lung (“Comer, beber, amar”, 1994) excelente. Es impresionante el pulso con el que dota a su veterano personaje para guiarle por las aguas narrativas de esta película, haciendo que su rol embelese y se coma cada uno de los minutos en los que aparece en pantalla. Bo Z. Wang participa en algunas escenas de muy alto nivel, en las que se le puede ver completamente entregado a su papel. Deb Snyder consigue lo que pretende: que despreciemos a su persona. Por ello, su papel es acertado y digno de mención.

La música, de Xiao-Song Qu, se me antoja lo menos llamativo de esta cinta, no sólo por su escasa importancia y mínimas apariciones, sino por conformar unos compases que si bien se digieren con comodidad, resultan muy desfasados, recordando sus notas a las partituras empleadas en la serie “NYPD Blue: Policías de Nueva York” (1993). Desconozco si la película puede llegarle a gustar tanto a una persona más ajena al tipo de temáticas planteadas aquí, pero creo humildemente que puede beneficiar a todos: a los apasionados del Tai Chi Chuan, Zen, o la búsqueda de la paz interior en general, y a aquellos que desconozcan por completo estas cuestiones, pues “Manos que empujan” puede ser una muy buena introducción a ese maravilloso mundo.

Nota del autor:
9,0
 █████████ (Muy buena)

Written by Sandro Fiorito

Cofundador de LGEcine

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