Título original: A Bronx Tale
País: EEUU
Primera proyección: Canadá, 14 Sep. 1993 (Toronto Film Festival)
Duración: 122 min.
Director:
Robert De Niro

Guión: Chazz Palminteri (Adaptación de la obra de teatro de Chazz Palminteri)
Música: Butch Barbella /Varios

“Robert De Niro demuestra con su primera película un gigantesco poder para contar historias y desarrollarlas de una forma amena, creíble y envolvente […] Una de mis películas favoritas y de las que más veces he vuelto a ver sin cansarme un ápice de cada detalle y momento del que soy testigo a lo largo de todos sus minutos”

El “South Bronx” o Sur del Bronx (el “auténtico” Bronx, o la faceta que más conocemos de éste) es una de las postales más sugerentes y recurridas de la parrilla cinematográfica norteamericana, significando las calles de este lugar -perteneciente al condado homónimo, en el estado de Nueva York- todo un emblema urbano de inmigración, estando formado en su mayoría por hispanos, seguidos éstos de personas de raza negra, europeos, asiáticos y gente de otra procedencia.

Pero su extensa popularidad nace de una mala fama llevada al cine, la televisión o la literatura infinidad de veces, principalmente desde los años 70, tiempo en el que las calles del citado lugar se convirtieron en un mundo paralelo; un lugar que combatía la ley mientras se perdía entre sus altos índices de violencia elevados por las bandas criminales que se iban formando, y que se disputaban el negocio de las drogas, la reclamación de su propio territorio entre organizaciones, robo de vehículos y un largo etcétera que nunca salía de los límites de lo ilegal. Todo ello hasta convertirse en la bandera de la peligrosidad, pobreza y marginalidad, tristes factores a los que contribuyeron con su indiferencia o inacción las administraciones públicas responsables. Hoy, a pesar de gozar de un progresivo crecimiento, el Sur del Bronx continúa teniendo alguno de los barrios más pobres y las áreas de crimen más altas del país.

En la película dirigida por Robert De Niro no veremos el retrato más feroz de las situaciones mencionadas, pero sí el más emblemático, y además sólo asistiremos al nacimiento de esa decadencia urbana. Son los años 60. Las mujeres se gustan y presumen de su físico ante los chicos, luciéndose desde coches descapotables al ritmo de la música del momento. Los niños juegan alegremente y al calor del buen tiempo con las bocas de riego, robando piezas de fruta a los humildes trabajadores de la zona o sirviéndose gratuitamente del transporte público al engancharse en la parte trasera de los autobuses. Son jóvenes como Calogero (Francis Capra), de 9 años, que amanece desde bien temprano para sentarse en el escalón de entrada a su portal y ser testigo en primera línea del ambiente del barrio.

Los mafiosos de ascendencia italiana -encabezados por Sonny (Chazz Palminteri)- que habitan el lugar también se divierten a su manera, con juegos de azar y en general con todo aquello que rodea al oscuro mundo de las apuestas clandestinas, mientras controlan de forma meticulosa todo lo que sucede en el barrio que dominan. El adorable Calogero siente una profunda admiración por Sonny, al que no tiene el privilegio de conocer personalmente: contempla a lo lejos sus gestos y formas para imitarlo, admirando sus trajes y cada paso que da el mafioso sobre el sucio suelo del Bronx. Pero el padre del pequeño, un honrado conductor de autobús llamado Lorenzo (Robert De Niro), vigila a su querido hijo de cerca para que no caiga en las garras de una vida criminal. Sólo una inesperada casualidad unirá los destinos de todos. Es una historia de unas vidas, de un barrio. Es una historia del Bronx.

Los primeros minutos del metraje ya son lo suficientemente descriptivos como para que podamos sentir en nuestra piel cómo era la vida durante aquellos años en ese lugar. Es excelente todo el trabajo que se realiza respecto a la dirección artística, así como de vestuario. Estupenda es la dirección de Robert De Niro («El buen pastor«, 2006), que demuestra en su primera película un gigantesco poder para contar historias y desarrollarlas de una forma amena, creíble y envolvente, estando inspirado, seguro, por su maestro en esto del cine, Martin Scorsese («Uno de los nuestros«, 1990), director del que sobran las presentaciones y del que todos recordamos su capacidad para transmitir, como hace De Niro en “Una historia del Bronx”, momentos llenos de detalles y personajes icónicos, en argumentos que van y vienen sorprendiendo progresivamente mientras avanzan los minutos.

Durante el resto de la trama podemos presenciar no sólo el entorno de una mafia local, el vecindario que convive en las calles gobernadas por los criminales o el maravilloso ambiente del que no me canso de hablar, sino también de un encantador retrato de la relación entre un padre y su hijo, siempre acompañándose mutuamente en los trayectos que Lorenzo tiene que realizar en el autobús que conduce, hablando de la Liga de Béisbol y de los jugadores más extraordinarios que la componen. Todos esos momentos son, para mí, maravillosos. Las interpretaciones son garante del buen trabajo de un grupo que no es totalmente conocido en su mayoría, pero que se deja el resto para hacer algunos de los mejores papeles que han podido realizar hasta la fecha.

Un pequeño Francis Capra da vida a Calogero, desde una tierna e inocente mirada que sólo pretende llenar su vida de aventuras y personajes que admirar (jugadores de bésbol, mafiosos…). Su trabajo es espléndido y sin duda, junto a un gran Chazz Palminteri («Padrino entre padrinos«, 2001), que realiza una de las mejores caracterizaciones de mafioso que se pueden ver en el cine, y Robert De Niro, que completa una actuación a la altura de su inmensa calidad como actor, es lo mejor de la película. Luego está el actor nacido en Colombia, Lillo Brancato, que cumple con el rol de Calogero cuando éste tiene 17 años. Su trabajo destila corrección y en algunas ocasiones contundencia, pero siempre acabo echando de menos al pequeño Francis Capra.

El resto del elenco, en el que se incluye a la guapa actriz negra Taral Hicks en un papel destacado, cumple de maravilla con el trámite de sus aportaciones. La práctica totalidad de los actores que encarnan a los mafiosos italianos del barrio (los hay gordos, viejos, horribles como el de la cara picada…) es una de mis menciones más sinceras, al considerar que su trabajo es imprescindible para que el Bronx que se ofrece desde la película tenga esa identidad propia, esa vida tan auténtica. Cada pequeño papel de todos éstos, es un gran -e indispensable- aporte.

La banda sonora es una maravilla que se convierte en una pieza fundamental para conformar la atmósfera de la cinta, y que merece ser escuchada hasta la saciedad por la calidad de sus temas, todos ellos grandes éxitos de los años en los que se basa el argumento de la película, o creados para la ocasión, como el mejor de todos ellos (aunque cuesta decidirse), el “Streets of The Bronx” de Butch Barbella, cantado por Cool Change. Destacan por encima de los demás el “I wonder why” de los Dion & The Belmonts, “Little girl of mine” de The Cleftones, el precioso “Tell it like it is” de Aaron Neville, o el fabuloso “Cristo Redentor” de Donald Byrd, además del imprescindible “I only have eyes for you” de The Flamingos & The Complexions. También aparece el célebre “Nights in white satin” de The Moody Blues.

Esta es, si no la que más, una de mis películas favoritas y de las que más veces he vuelto a ver sin cansarme un ápice de cada detalle y momento del que soy testigo a lo largo de todos sus minutos. Puede no llegar a todos los corazones, ni a todos los gustos, pero tiene todo lo que le pido a una película de estas características, y además lo contemplo servido en bandeja de oro. Aquí podemos ver el “modus vivendi” de los mafiosos desde una perspectiva de admiración; gran parte de las historias están protagonizadas por un chaval, algo que siempre he celebrado; los años en los que se basa la trama, y la lograda ambientación de los mismos resulta de lo más emblemático y memorable; explora el tema de la relación paterno-filial de una forma pura y auténtica, escenificando con rigor y detalle lo cambiante del comportamiento entre ambos durante el crecimiento del chaval, que pierde preocupaciones al paso que su padre gana quebraderos de cabeza; y se adentra en el difícil tema del racismo sin caer en artificios, melodramas o parcialidad.

Excelente.

—No hay cosa más triste en la vida que el talento malgastado

Nota del autor:
10 
██████████ (Obra maestra)

Written by Sandro Fiorito

Cofundador de LGEcine

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