Satanás (Andi Baiz, 2007) – 95 min –
Satan (Título internacional)

Primer largometraje del director de cine colombiano Andi Baiz, que llega y besa el santo con una impactante producción de sobrio resultado, magníficas interpretaciones y consistente argumento. Una historia de historias, basada en unos aterradores hechos reales que prefiero no recordar para conservar la sorpresa que esta película pudiera hacer caer sobre aquellos espectadores que, como un servidor, se lanzaron a los brazos de esta cinta desconociendo por completo los acontecimientos que inspiraron la novela de Mario Mendoza, la cual comparte nombre con esta película y sirvió de base para el guion escrito por el propio director de la misma.

Realizada con elegancia, distinción y meticulosidad, los detalles cobran vital importancia dentro de una trama intrigante, reflexiva y sobrecogedora. Se palpa una atmósfera tensa y confusa, construida desde la buena mano de una realización seria, directa y que no se permite artificios que conviertan lo narrado en una historia políticamente correcta. Se conserva la elegancia narrativa y fotográfica en cada una de las escenas, sin recurrir a sentimentalismos, exageraciones o personajes controvertidos que se adapten a las exigencias de lo cinematográfico. El realismo es la mayor virtud de esta películaEl argumento es un abanico que presenta tres historias paralelas que buscarán unirse de alguna manera. 

La primera es la vivida por un confundido párroco, el padre Ernesto (Blas Jaramillo), que trata de prestar consuelo a una madre con muchas dificultades para dar de comer a sus tres hijos.

La segunda está protagonizada por la preciosa y solitaria Paola (Marcela Mar), que trabaja en un mercado sirviendo el café a sus trabajadores hasta que le surge una oportunidad mucho más rentable: la de estafar, junto a otros dos hombres, a pobres diablos a los que después atracan para repartirse los beneficios.

La tercera, es la historia central. El árbol que ramifica los otros relatos mencionados. Es la de Eliseo (Damián Alcázar), un profesor que da clases particulares de inglés y que años atrás fue marine del ejército de los Estados Unidos. Su enigmática actitud presenta una profunda aflicción y frustración por el mundo en el que vive. Desprecia la compañía de su madre por resultarle incómoda, le niega la ayuda a los pobres y a los desvalidos porque valora que éstos tienen el destino que les corresponde. Paradójicamente, le agobian la incomprensión de las personas, su egoísmo, su materialismo y su hipocresía. Le persiguen la melancolía y la soledad. Es alguien que, como aquel inolvidable Travis Bickle que dibujó Martin Scorsese en “Taxi Driver” (1976), (inevitable comparación), desea limpiar las calles de lo que a sus ojos, es basura. Todas estas historias se alternan entre sí, girando como las hojas secas que al final se detienen en un único rincón.El apartado interpretativo es realmente extraordinario. El papel desarrollado por Blas Jaramillo como el padre Ernesto convence con holgura, desde un tono apagado y casi silencioso. Seis meses después del estreno de la película, ese Dios al que rezaba con no poco escepticismo su personaje, se lo llevaría al cielo por culpa de una pancreatitis y una peritonitis, a los 39 años de edad. Prosiguiendo con el análisis de los papeles más destacados, comentar también el de Marcela Mar, quien transmite en ocasiones una ternura casi infantil a pesar de la infinita sensualidad de su personaje, y que sufre consiguiendo que nosotros también padezcamos. Su sonrisa es contagiosa. Sus lágrimas penetran los corazones. Borda su interpretación y se convierte en una garantía del reparto. Y llegamos a Damián Alcázar (Crónicas, 2006). Qué decir del mexicano. Con una mirada cruza la pantalla. Y cuando habla, logra una inmediata atención sobre sus palabras, pronunciadas con una seguridad y una contundencia que aclara que este señor es de aquellos que no actúa: sus personajes se apoderan de él. Es otro papel sobresaliente que suma a su intensa carrera. Afortunadamente, son muchos y muy importantes los momentos que le corresponden, al posarse sobre él el poder de un argumento (aunque el director conceda también mucha atención a las otras historias) que, no olvidemos, está basado en hechos reales, pese a que el nombre de la auténtica persona en la que se inspira el guion, Campo Elías Delgado, se haya cambiado por el de Eliseo. Aunque los actos que protagoniza éste sean totalmente deleznables y hasta provoquen el vómito, sin duda plantea cuestiones sobre la moralidad, el egoísmo y la hipocresía diaria de las personas, todas aquellas que no se preocupan por el resto y que sólo miran por sí mismas, muchas veces a través del cristal del materialismo o la ambición de poder. Ese hermetismo humano (caracterizado por tomarse demasiado a pecho lo de “si te haces de miel, te comen las moscas” hasta convertirse en supuestas rocas que en el fondo lloran) al que por desgracia, cada día, todos nos vamos acostumbrando por parecer ésta la única salida para guiar nuestras vidas, con la vista puesta en evitar los problemas y las sorpresas desagradables. Una forma cobarde y codiciosa que ya no deja ver buenos en un mundo de malos, y que incluso crea monstruos, o mejor dicho -para ser fieles al título de esta película- diablos: hace subir del Infierno a Satanás, mezclándolo en nuestro día a día, para hacernos explotar en la cara toda la rabia contenida sobre nosotros.

La banda sonora no logra hacerse con el protagonismo de una película (aunque sí logra impregnar de calma el ambiente) que se vale para crear su fuerza a base de sus interpretaciones, momentos y excelente destreza para narrar su guion. No necesita elevar desde las notas musicales el poderío de sus aterradoras y memorables postales. Compuesta por Angelo Milli (Siete almas, 2008), la pieza más destacada resulta ser de uno de los arcángeles de la música de siempre: Franz Schubert con su «Piano Sonata en A mayor D 959» (II. Andantino).

Nota del autor:
8,0
████████ (Muy buena)

TRÁILER:

 

Written by Sandro Fiorito

Cofundador de LGEcine

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